Castiga el éxito a Bienal de Venecia

Por Edgar Alejandro Hernández

VENECIA.- En su edición número 50, la Bienal de Arte de Venecia padece los efectos del éxito. Su prestigio, que atrae a centenares de artistas, los 8 millones de euros (104 millones de pesos) que cuesta su realización, y el gran interés que genera en los medios internacionales la han convertido en un espectáculo masivo que ha extraviado a su principal objetivo: el espectador.

Tanto el director de la Bienal, Francesco Bonami, como su presidente, Franco Bernabé, aceptan que el encuentro se ha "masificado" y que la ciudad no cuenta con los recursos para crecer al ritmo que le impone.

Una muestra de esto fue el acto preinaugural, la noche del jueves. La presencia de seis mil periodistas y una cantidad similar de invitados especiales impidieron apreciar la obra de los 380 artistas de más de 60 países que participan en la 50 Bienal.

Los visitantes que acudieron ayer al Arsenale fueron testigos también del hacinamiento de las obras, ya que en la mayoría de los pabellones se presenta el trabajo de 30 artistas en promedio.

En una ciudad que registra las más altas temperaturas de los últimos 200 años, la Bienal se inaugura hoy y, desde mañana hasta el 2 de noviembre, permanecerá abierta al público en el Arsenale, una fábrica construida en el siglo 12 que alberga a la exposición internacional, y en otros puntos como la Plaza de San Marcos.

Pero a Bonami lo que más le preocupa es la reflexión conceptual propuesta por la Bienal: "Sueños y conflictos: La dictadura del espectador".

"Cuando me invitaron a dirigir esta edición, mi sueño era lograr un balance entre el pasado, palpable en el entramado de la ciudad, y la idea de presente y futuro que hay en las exposiciones de arte contemporáneo. El sueño del futuro entra en conflicto con lo viejo y con la historia de la ciudad".

Otro aspecto discordante, agregó, es la estructura de la Bienal. "Nuestro objetivo es crear una exposición universal con obras que no necesiten de traductores, pero que al mismo tiempo contengan expresiones que reflejen la personalidad e identidad de sus creadores, lo que nos da nuevamente el sueño de la universalidad y el conflicto de mantener la identidad individual".

Esta doble cualidad, universalidad e identidad, es algo que comparte la obra de los nueve artistas mexicanos que participan en la sección oficial de la Bienal, según Bonami.

Gabriel Orozco es el curador de la exposición Lo cotidiano alterado, con obra de Abraham Cruzvillegas, Daniel Guzmán, Damián y Fernando Ortega, Carlos Amorales, Santiago Sierra, Pedro Reyes y Gabriel Kuri.

"Hay una fantástica energía dentro del arte en México y Gabriel Orozco es una de sus principales figuras. Desde que trabajamos juntos en Venecia hace diez años, cuando presentó su controvertida Caja de zapatos vacía, creo que su obra ha tenido un gran desarrollo. Su Sombra entre aros de aire es para mí una de las piezas maestras de la Bienal".

Para Bonami, la "dictadura del espectador" plantea el hecho de que la experiencia artística depende de quien observa la obra y no de quien la crea.

"Es una dictadura porque las obras se observan con los ojos, una ventana a través de la que surge el mundo que cada uno tiene dentro. Tu alma, tu espíritu y tu imaginación son los dictadores que deciden la experiencia artística que tendrás ante la obra. Espero que esta Bienal represente para los visitantes un viaje lo más claro posible. Que tenga muchos inicios, finales, fronteras y tiempos por cruzar".

En la presente edición, Bonami se negó a montar "obras espectaculares" por considerar que causan "verdaderos shocks" al público y los medios, pero paralizan la imaginación y no estimulan la reflexión.

La apuesta por géneros como la escultura y la fotografía, en lugar de la proliferación de videoinstalaciones que hubo en la pasada edición, se debe al deseo de captar a un público no sólo formado por expertos, dijo. Los recortes al presupuesto por parte del Gobierno italiano han obligado a la Bienal a cubrir el 70 por ciento del costo de su realización con los ingresos de la venta de entradas y de catálogos.

Texto publicado el 14 de junio de 2003 en el periódico Reforma.