Entrevista con Damien Hirst, 2010
Por Edgar Alejandro Hernández
Damien Hirst, el artista conceptual que trastocó el mercado del arte al vender sin intermediarios un cráneo lleno de diamantes en 100 millones de dólares, regresa a la escena mexicana convertido en pintor.
Al escucharlo hablar en la Galería Hilario Galguera, que hace cinco años presentó sus vitrinas con animales inmersos en formol, Hirst (Bristol, 1965) parece un pintor de la vieja escuela que habla de sus trípticos, de lo fácil que parecen sus trazos o del compromiso que tiene un artista ante un cuadro.
El británico inaugura mañana la exposición “Arboles oscuros”, que reúne una treintena de pinturas realizadas en los últimos cuatro años. Los lienzos, que en su mayoría se exhibieron el año pasado en la Wallace Collection junto a Tiziano, Rembrandt o Velázquez, y que fueron destrozados por los críticos londinenses, quienes calificaron la obra como “espantosa”, “hecha por un adolescente”, “endeble y monocorde” o simplemente como algo que no puede ser considerado arte.
Para el icono del Young British Artists (Jóvenes Artistas Británicos), la crítica es válida, pero defiende su trabajo y asegura que no “son malas obras”, aunque la crítica ni siquiera las considere arte.
“Creo que la crítica está bien. En la Wallace la prensa londinense fue muy dura porque en el cuarto de a lado tenía a Tiziano. Entonces decían: ‘Quién diablos es este tipo, qué hace aquí exhibiendo sus pinturas’. Pero yo no me limito a lo que dicen los críticos. Si tu vez las pinturas no son malas. Cada quien interpreta la obra como lo siente. Si uno dice que es una mierda, que no es pintura, qué le puedo decir. No le gusto y ya. No hay reglas en la pintura. Uno no puede decir qué es o no pinturas”, explica en entrevista.
Las obras que exhibe en México son en su mayoría piezas de gran formato o trípticos con fondos negros y azules, que tienen como motivos aves, iguanas, cráneos o mandíbulas de tiburón, obsesiones que han acompañado todo su trabajo, pero que la crítica vincula con la obra de otro británico, el pintor Francis Bacon.
“En relación a mi trabajo y Bacon te puedo decir que no es que tome prestadas las ideas o las robe, sino que en este mundo es muy difícil que algo sea totalmente original. Cualquier idea ha sido desarrollada antes. Todo existe ahora. Ser totalmente original no es realmente posible”.
Hirst, el artista que ha roto todos los récords de venta para un artista vivo, asegura que es un error ver al arte como una cuestión financiera.
“Mucha gente quiere invertir o comprar en cosas interesantes y que pueden atraer gente. Como coleccionistas, mis amigos compraron uno de mis cabinas de fármacos en 1999 y les costó 500 libras. Luego la vendieron seis meses después en mil 500 libras. Obtuvieron tres veces lo que invirtieron, estaban muy felices, pero ahora vale un millón de libras. Al final fue un gran error, pues nunca se sabe hasta dónde puede llegar su valor. Por eso lo importante es comprar porque te gusta, porque lo quieres. Mucha gente compra para hacer dinero, aunque a veces sean unas porquerías”.
El creador británico, quien desde hace más de un lustro compró una casa en las playas de Zihuatanejo, para que su esposa puede surfear en las olas del Pacífico, le imprimió un toque “mexicano” a sus pinturas.
Uno de sus cuadros delinea la imagen de una iguana, igual a las que hay en su casa de playa, o como la que compró en bronce en un mercado en Pátzcuaro, donde fue atraido por la tradición del Día de Muertos, la cual considera muy compleja, pues, dice, le genera muchas interrogantes.
Entrevista publicada en el periódico Excélsior el 14 de abril de 2010.