Entrevista con Alfredo Jaar 2016
POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ
Alfredo Jaar. Foto: Daniel Betanzos/Excélsior
Para el artista chileno radicado en Nueva York Alfredo Jaar el arte latinoamericano está perdido ante el aplastante predominio de los creadores estadunidenses o europeos. “La gente se olvida que en el fondo el mundo del arte es un reflejo perfecto de la realidad geopolítica de nuestros países”, afirma en entrevista conExcélsior.
De visita en la Ciudad de México para participar en el simposio La universidad desconocida, como parte de la exposición Bajo un mismo sol: Arte de América Latina hoy, en el Museo Jumex, Alfredo Jaar (Santiago, 1956) reactivará su piezaUn logo para América, que originalmente se exhibió en 1987 en el espectacular luminoso de Time Square, en Nueva York, y que hoy se proyectará en punto de las 20:30 horas en la pantalla exterior del Auditorio Nacional.
La exposición Bajo un mismo sol, que forma parte de la Iniciativa de Arte Global Guggenheim, reabre el debate de cómo se representa el arte latinoamericano visto desde EU. ¿Cómo ubica su obra dentro de la muestra y qué opina de la selección que hizo el curador mexicano Pablo León de la Barra?, se le pregunta a Jaar.
En general, dice, “la situación es negativa sobre este tema de lo latinoamericano. Yo creo que a la gente se le olvida que en el fondo el mundo del arte es un reflejo perfecto de la realidad geopolítica de nuestros países. Si en el mundo del arte contemporáneo internacional la mayoría de los artistas que figuran son de EU o alemanes es porque sus economías son las más fuertes. Si en los últimos años hemos visto un empuje tremendo de los artistas chinos es porque la economía china está por superar a la EU.
“Lo que pasa en el mundo del arte es un reflejo de lo que pasa en la economía mundial y, en ese sentido, estamos perdidos. No es casualidad que si miras el top 100 de los artistas más importantes en todas las revistas hay sólo tres artistas latinoamericanos: un mexicano, un brasileño y un chileno. Esas son las economías más fuertes de América Latina y eso es todo. Es muy triste, pero es así”.
Y sigue Jaar: “Encuentro patético que tenga que venir un curador mexicano a EU a rescatar las obras de los artistas latinoamericanos. Llevo 34 años en Nueva York y tuvo que pasar esta muestra para que tenga cierta visibilidad. Estoy agradecido con Pablo, pero en pleno siglo XXI, si no se hace esta muestra, seguiríamos en la invisibilidad. Ahora, si viste la muestra en el Guggenheim de Nueva York, el espacio que nos dieron dentro del museo era de una ingratitud insoportable. ¡Todo un continente! Esa es la realidad que vivimos”.
Entonces, continúa, “mi tarea ha sido darme cuenta de eso. Desde hace 34 años, cuando llegué a Nueva York, me di cuenta de lo provincial que era esta ciudad. Cuando llegué me di cuenta que sólo había arte de EU, centrado en sí mismo, y me propuse traer el mundo a EU. Me fui a Sierra Pelada a una mina de oro en Brasil y mi primera gran obra, Gold in the Morning, fue rentar una estación del Metro de Nueva York y la llené con las fotos de los mineros junto al precio del oro en diferentes mercados. Esta línea de Metro era la que te llevaba a Wall Street, donde se vende oro de manera muy abstracta y yo quería mostrar la realidad de esta abstracción financiera. Eso me puso en el mapa mundial”.
Una de las piezas centrales de la exposición es Un logo para América. ¿Cómo pudo ocupar este espacio en Time Square en 1987?
Tuve mucha suerte. A mediados de los 80 era la época de Reagan y el país cada vez más se iba a la derecha, por lo que el mundo del arte se inclinaba a la izquierda. Era lo que llamaron la guerra de las culturas y yo caí con esa gente; me incorporaron para participar con el Public Art Fund, que decidió intervenir el espectacular de Time Square. En esa época había una pantalla, no las 240 de hoy, e invitaron a 30 artistas a hacer una animación de un minuto. Yo hice lo que me parecía más lógico al confrontarme con una audiencia gigantesca. Entonces se estimaba que un millón de personas lo verían en un mes, me dio vértigo. Entonces propuse Un logo para América y la gente del Public Art Fund se portó muy generosa, porque sabían que les iba a representar muchos problemas, pero eran ideológicos, no legales; legalmente EU no es América. La reacción fue negativa, la televisión decía que qué cosa era eso, en la radio decían que era ilegal. Fue genial, pero al final no pasó nada, fue un acto de una futilidad poética.
En ese momento, relata, también decidió mandar 100 cartas a los medios de EU, con un texto muy simple “para pedir que usaran la palabra América de forma más correcta, más justa. Que cuando la usaran se refirieran a un continente y no sólo a un país. Me ignoraron.
Un logo para América se exhibió en 1987 en Time Square y hoy se volvió a presentar en el mismo sitio en 2014 como parte de la muestra Bajo un mismo sol. ¿Por qué reponer la acción?
El efecto no es igual, el contexto cambió, la pieza está avalada hoy por el mundo del arte. La idea se le ocurrió a Pablo, yo pensé que era imposible proponerlo, pero cuando vi lo ingrato que sería el espacio que le darían a mi obra en Guggenheim, me quedó claro que mi participación en la muestra era la que iba a ocurrir en Time Square, no dentro del museo. De nuevo nos acercamos al Public Art Fund y lograron que 45 o 65 pantallas reprodujeran la pieza en punto de las 12 de la noche cada día.
De repente, cuenta, “a la media noche, las pantallas que están dedicadas sólo a promover el consumo exhibían esta locura. Fue emocionante, sigue siendo fútil, pero en este nuevo contexto tuvo éxito mediático y sobre todo porque interpelaba otro debate, vinculado con la migración. Como el presidente Barack Obama ha sido una gran desilusión, pensamos que iba a cambiar el mundo y no ha logrado nada, el tema de la esencia de lo americano adquiere otro sentido ante la política de deportación tan intensa que ha tenido su gobierno. Obama ha sido un desastre, ha deportado a dos millones de seres humanos fuera de EU en los últimos cuatro años. El signo de mi pieza cambió, ya es un tema de qué significa ser americano. La obra se leyó a la luz de la nueva realidad geopolítica.
Texto publicado el 30 de enero de 2016 en el periódico Excélsior.