Las cosas extrañas que ven mis ojos
POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ
Hay ocasiones en que los artistas se imponen el silencio y buscan permanecer tranquilos, con una actitud que evita la notoriedad, pues quieren mostrar respecto hacia aquello que los sorprende.
Mario García Torres (Monclova, Coahuila, 1975) encontró hace algunos meses el Centro de Meditación, en Cuernavaca, Morelos; edificio creado en la década de los 80 por Agustín Hernández, para su hermana la bailarina Amalia Hernández (1917-2000).
El encuentro fortuito se dio luego de que el artista mexicano investigó la vida de Conlon Nancarrow (1912-1997) en Cuernavaca y la casa del compositor estadunidense se encontraba muy cerca del Centro de Meditación. La referencia la dio una fotografía donde Nancarrow aparece retratado junto a este monumental y ecléctico edificio, que sorprende no sólo por sus caprichosas formas a base de círculos y cuadrados, sino por el hecho de que está incrustado en medio de una barranca.
Como su nombre lo indica, el edificio se diseñó para crear un espacio de meditación cuyas formas y ubicación se pudieran conectar con otros puntos energéticos importantes de la región: Tepoztlán en el valle de Morelos, Cholula en el estado de Puebla y Malinalco en el Estado de México.
La gente que custodia el lugar recuerda que la “señora Amalia” (fundadora del Ballet Folklórico de México) de cuando en cuando subía la serpenteante escalera para meditar en la cima del edificio. Pero su relato parece no ser fruto de la memoria, sino de la repetición de un mito que se ha reproducido en el tiempo, ya que el grado de abandono y deterioro del lugar muestran que desde hace varios lustros nadie ocupa ni se ocupa del espacio.
Todo dentro del Centro de Meditación parece estar en un permanente derrumbe. El extremo clima de Cuernavaca rápidamente ha vuelto el edificio en una ruina. Quien hoy visita el espacio lo primero que observa es su fragilidad.
Y es justo en su deterioro donde Mario García Torres interviene con la instalación “The Strange Things My Eyes See” (Las cosas extrañas que ven mis ojos), la cual se compone de una serie de esculturas en bronce que el artista hizo a partir de vaciados que fue fundiendo con base en objetos que encontraba tirados o en los muros del Centro de Meditación, así como de una colección de pinturas que realizó mediante un proceso de oxidación.
Mario García Torres colocó cada una de las esculturas de bronce en el mismo espacio de donde tomó el objeto que le dio forma. Así encontramos pequeños bronces que se mimetizan con los pedazos de piso que se han desprendido con el paso del tiempo, o bloques de bronce que se mezclan con pedazos de mármol o madera que han caído del techo.
Toda la intervención llama la atención sobre el lugar, pero sobre todo pone énfasis en su permanente transformación. El artista lo que ve y señala con su obra no es lo sólido e imponente del lugar, sino lo frágil y efímero de sus formas.
Las esculturas, la mayoría colocadas en el piso, sustituyen a objetos que ocupan el espacio no porque siguieron un proyecto arquitectónico, sino porque el abandono del lugar hizo que ocuparan, casi por decisión propia, otro sitio dentro del edificio.
Dentro de uno de los edificios contiguos, Mario García Torres colocó unas cédulas donde se detallan todas las implicaciones simbólicas que tiene el diseño del Centro de Meditación, sin embargo, el proyecto arquitectónico no es el centro de su intervención, sino lo que su obra refleja en realidad es la transformación que la naturaleza ocasiona físicamente al espacio.
El ejemplo más claro lo dan sus pinturas, las cuales se montaron en uno de los edificios anexos y fueron hechas con un proceso de oxidación que genera efectos similares a los que tienen los muros del lugar a causa de la humedad y el impacto de la vegetación.
El artista conoce bien esta simbología, pero su intervención no está enfocada a ella, sino al diálogo que en la actualidad se puede tener con dicho espacio.
De acuerdo con los apuntes de Agustín Hernández, el Centro de Meditación, a través del círculo y el cuadrado, alude al pensamiento universal y el vacío del círculo al centro de un cuadrado representa la psique de la naturaleza y apunta hacia una consciencia cósmica. El artista conoce bien esta simbología, pero su intervención no está enfocada a ella, sino al diálogo que en la actualidad se puede tener con dicho espacio.
El momento de reflexión que el artista ofrece al visitante se da gracias a que “The Strange Things My Eyes See” permite ver la fragilidad que hay detrás de espacios tan espectaculares, pero no a través de un complejo y teorizado proyecto de arte contemporáneo, sino con gestos simples que se articulan a través de dos de las técnicas más tradicionales: la pintura y la escultura en bronce. La tranquilidad fue para Mario García Torres la mejor vía para entablar un diálogo con un espacio extraño.
“The Strange Things My Eyes See”, de Mario García Torres, se exhibe en el Centro de Meditación (Camino al Monasterio s/n, Santa María Ahuacatitlán, Cuernavaca, Morelos) del 25 de julio al 8 de agosto de 2015.
Texto publicado el 5 de agosto de 2015 en el blog Cubo Blanco del periódico Excélsior.