Treinta años

Por Edgar Alejandro Hernández

Es una cuenta tan simple que nunca se ha hecho, pero la actual crisis del arte contemporáneo confirma, una vez más, que el campo artístico local atraviesa ciclos de desajuste y reconfiguración aproximadamente cada 30 años. Así lo ha registrado la historia del arte mexicano a lo largo de los últimos 100 años.
Lejos de buscar perpetuar una historia canónica, es un hecho que el relato del arte mexicano ha dividido la producción plástica en movimientos, generaciones o escuelas que han emergido cronológicamente en una dinámica de confrontación, empujadas por factores políticos, económicos o sociales, que luego se integran al aparato institucional y, tras un par de décadas de fulgor, dejar su lugar a la generación que le sigue.
Pensar en el juego de las sillas, te quitas tú para que me ponga yo, resulta eficiente para describir este movimiento permanente, sin caer en nostalgias o lamentaciones. Comencemos hace 100 años, cuando arrancó el movimiento artístico y político conocido como muralismo mexicano. En 1922, Diego Rivera, por instrucción de José Vasconcelos, entonces secretario de Instrucción Pública del gobierno de Álvaro Obregón, realizó el mural al encausto La Creación en el interior del Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria (hoy Colegio de San Ildefonso). En ese mismo lustro artistas como Roberto Montenegro, Fermín Revueltas, Fernando Leal, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros también harían murales y se instauraría la llamada Escuela Mexicana.
Los deslucidos festejos organizados por la Secretaría de Cultura federal y la UNAM para conmemorar el centenario del muralismo nos recuerdan que fue en la década de 1920 cuando este movimiento surgió oficialmente. Sus principales exponentes expandieron su influencia hacia Estados Unidos y América Latina. Sin embargo, tres décadas después, la Escuela Mexicana no solo perdió a dos de sus figuras, José Clemente Orozco (1949) y Diego Rivera (1957), sino que sus seguidores se enfrentaron a la competencia de artistas que no compartían el interés por el arte nacionalista ni por el llamado realismo social.
En 1950 Octavio Paz publica su texto Tamayo en la pintura mexicana, que para muchos autores marca el inicio de la llamada Ruptura, ya que el poeta habla concretamente de un grupo de jóvenes pintores que habían producido una "escisión" respecto al muralismo. En 1958 la mancuerna José Luis Cuevas/José Gómez Sicre publica la famosa Cortina de Nopal, que se volvió un manifiesto que acentuaría la discusión sobre la nueva ruta del arte mexicano en resonancia con las nuevas galerías (Proteo, Prisse, Antonio Souza, Juan Martín), las bienales (1958 y 1960), los salones de la década de 1960 y la creación, en 1964, del Museo de Arte Moderno, cuyo diseño no fue concebido para mostrar murales.
La Ruptura, integrada por artistas como Cuevas, Lilia Carrillo, Gunther Gerzso, Mathias Goeritz, Manuel Felguérez, Fernando García Ponce o Vicente Rojo, se volvió el canon artístico mexicano hasta finales de la década de 1980, cuando emergió una generación de transición, conocida como neomexicanismo, la cual animaría el mercado y algunos eventos internacionales. Al mismo tiempo, desde los llamados espacios independientes, surgiría la Escuela de los Noventa, artistas nacionales y extranjeros como Yoshua Okón, Teresa Margolles, Francis Als, Miguel Calderón, Melanie Smith, Santiago Sierra, Damián Ortega, Sofía Táboas, Pablo Vargas Lugo, Eduardo Abaroa, Luis Felipe Ortega, Minerva Cuevas o Carlos Amorales, que optarían por un lenguaje conceptual alejado de los medios tradicionales como la pintura. Su éxito internacional les abriría la puerta institucional a través de eventos como Arco Madrid, que en 2005 tuvo a México como país invitado de honor, pero también con la creación de nuevos recintos como el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) o el Museo Jumex. La crisis que vivió el MUAC con la censura de la obra Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024), de Ana Gallardo (debate disponible en www.cuboblanco.org), muestra que la hegemonía de esta generación entró en un periodo de desajuste, de forma no tan casual, 30 años después de que emergiera en el campo artístico.

Texto publicado en el periódico Reforma el 5 de diciembre de 2024.