Alejandra Karam
Alejandra Laviada
Alfredo Mora
Cristóbal Gracia
Erick Taubman
Gerardo González
Guillermo Espinosa
Jenia Fridlyard
Julio Galindo
Maya Goded
Miguel G. Counahan
Nicola Larousso
Paola Bárcena
Pilar Goutas
Piguame
Tamara Goutas
Withney Lewis -Smith
Vassil Anastasov
Curaduría: Edgar Alejandro Hernández
Tierra y Tiempo Art Space
(Santo Tomé 4, Madrid, España)
Del 6 al 31 de marzo de 2025.
El medio gráfico siempre nos han demostrado que el vacío no es una ausencia, sino una posibilidad. La huella que produce la oquedad creada en la placa por el artista es lo que traza las formas en el papel para finalmente producir una imagen. Si seguimos la tradición del pensamiento chino, el vacío es un principio generador, el espacio que permite la existencia, la transformación y la comunión entre el ser humano y el universo. Es el aliento vital que da forma al cosmos y la condición para que la plenitud sea alcanzada.
Invitar a un grupo de artistas a explorar la noción de vacío a través de la impresión fotográfica del heliograbado —que emplea placas de metal y luz para fijar la imagen— permite no sólo trascender la propia visualidad del concepto, sino que allana la gran limitante de sólo presentar obras que iconográficamente refieran el abismo que impone el vacío.
Las obras reunidas dialogan con la idea de que lo vacuo no es un intervalo entre formas, sino la fuerza que las define. Como en la pintura tradicional china, donde los espacios no pintados ocupan hasta dos tercios de la composición, el vacío en estas imágenes no es un fondo neutro, sino una presencia activa.
Desde la poesía hasta la música, desde la caligrafía hasta la pintura, el vacío es el principio que posibilita el fluir de la existencia. En estas obras, el vacío apunta hacia la plenitud y nos recuerda que toda imagen es un devenir, una manifestación efímera de lo infinito.
Si se mira con cuidado, las piezas reunidas pueden evocar el peso de la materia, el poder de la herencia y las tradiciones, la plenitud barroca de las urbes, la inconmensurable fluidez del paisaje, lo lúdico de la naturaleza, la profundidad del valle o la inmensidad de los mundos interiores. El vacío no es aquí un abandono, sino una invitación, nos sitúa en el umbral de lo inasible, en el instante donde la imagen se vuelve latencia y eco. Es en esta condición de apertura donde el heliograbado encuentra su significado esencial: la imagen nace de la luz y la sombra, de la presencia y su contrapunto, como si el metal y la emulsión se convirtieran en territorio de resonancia entre la materia y lo inmaterial.
Edgar Alejandro Hernández, curador
Madrid, marzo 2025.