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Granada Visual 16

Recuerdo escuchar el silbido de la fábrica y confundirlo con el de la escuela (ambos lugares se encontraban en la misma cuadra). Salir a la calle y ver a los familiares de mis amix, aún vestidos con el uniforme del trabajo, recogiéndoles al final de la jornada para ir a la casa.

El mismo chiflido, un sonido como elemento disciplinario que hacía un apunte sobre el tiempo productivo y el no productivo. De la infancia recuerdo también a mi abuelo explicando una historia que yo no entendía pero que ahora comprendo desde un tono de memoria histórica. 

Su relato ilustraba el proceso que vivió. Dejar de ser “payés”, dejar de dedicarse a la agricultura –esencialmente de subsistencia, que posteriormente se intensificó para transformarse en una agricultura de mercado al exportar a los primeros hoteles repletos de turistas– para trabajar en la industria textil y química. Lo que él narraba tenía que ver con una figura bien conocida por los obreros del siglo XIX, la del Contramaestre; persona que medía el tiempo con un cronómetro y se encargaba del funcionamiento y la producción de las maquilas. El abuelo igual que mi abuela explicaban muy llanamente y desde sus experiencias laborales, la importancia de los relojes en el desarrollo del capitalismo industrial y cómo lxs campesinxs aprendieron a ser puntuales. 

Hoy sigo recordando el polígono industrial en el que me crie y como desde el currículo oculto* la escuela, que se encontraba rodeada de fábricas, nos enseñó, también, la importancia de la gestión del tiempo para disciplinarnos como mano de obra. 


En estas imágenes investigo las tensiones que relacionan tiempo de ocio y tiempo de trabajo.


*(La idea de que los centros educativos hacen más que la simple transmisión del conocimiento que figura en el programa oficial de materias para impartir. Referido a los aprendizajes que son incorporados por los estudiantes de manera indirecta.)


Eloi Rodríguez Romeu, artista visual