¿Por qué no fui tu amigo?

POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ

Cuando leo en una misma línea “misión filantrópica” y “trauma familiar personal” (sic) en la hoja de sala de la exposición “¿Por qué no fui tu amigo?”, de Daniel Aguilar Ruvalcaba (León, Guanajuato, 1988), no puedo más que darle la razón a todos aquellos artistas mexicanos que han dado la espalda a las narrativas nacionalistas, esas que a lo largo del siglo XX fueron edificando, a través del melodrama, aquello que llamamos identidad.

Aunque pretenda no hacerlo, la exposición curada por el estadunidense Chris Sharp para la galería Kurimanzutto cae sistemáticamente en los clichés y melodramas que han acompañado de forma muy desafortunada al arte mexicano.

La exposición forma parte de un proyecto de seis muestras individuales con artistas emergentes que se exhibirán cada dos meses a lo largo de un año en Kurimanzutto. De acuerdo con la galería, la iniciativa busca “cultivar una mirada rigurosa hacia algunos de los actores más propositivos de la escena del arte actual”.

Pero su primera entrega, “¿Por qué no fui tu amigo?”, termina siendo una fría y críptica exposición que, extrañamente, parte de un barroco y abigarrado proyecto que Daniel Aguilar Ruvalcaba desarrolló con una beca de la Fundación BBVA-Bancomer/MACG.

Si bien la usura es el leitmotiv de la historia elaborada por el artista, el proyecto esconde este tema detrás de un relato que hace algunos guiños a Juan Rulfo, pero que en realidad es digno de una película de Ismael Rodríguez (“Nosotros los pobres”, “Ustedes los ricos” o “Pepe el Toro”). “Cuando aún era niño, su padre perdió la casa de la familia y otras propiedades familiares, resultado de presuntas malas decisiones financieras”, describe la misma hoja de sala de “¿Por qué no fui tu amigo?”, muestra que instrumentaliza el “trauma familiar” para proponer una supuesta operación crítica hacia el sistema de becas del cual es beneficiario el propio Daniel Aguilar Ruvalcaba.

Simplificando la pieza, el artista utiliza el dinero del banco (la beca de los ricos) para, simbólicamente, cubrir la deuda que tuvo su familia (los pobres), misma que los llevó a perder su casa.

¿Cómo lo hace? Buscando mediante anuncios de periódicos e internet a algún homónimo de su padre para pagar las deudas que pudiera tener con Bancomer, abusando de la beca que le otorga la misma institución bancaria.

Si bien la iniciativa en un primer momento parecía imposible, ya que no encontraba a nadie que se llamara como su padre y le debiera dinero a Bancomer, la buena suerte del artista/filántropo encontró la luz gracias a otra artistas, Chantal Peñalosa (seguramente la segunda artista emergente que exhibirá en Kurimanzutto), quien le presentó a Juan Manuel Aguilar Freeman, un profesor de museografía de la Universidad Autónoma de Baja California, quien no sólo llevaba el mismo nombre del padre del artista, sino que además (estoy seguro que ya adivinaron) tenía deudas con Bancomer: una de 12 mil pesos, por una tarjeta de crédito; y la otra de 120 mil pesos, por un financiamiento automotriz.

Bendito sea el sistema consumista, siempre se podrá encontrar a gente endeudada. Pero como Daniel Aguilar Ruvalcaba tiene un espíritu barroco, no le bastó con utilizar los recursos de la beca para cubrir los créditos pendientes del homónimo de su padre, sino que involucró a un coleccionista mexicano, pero no a cualquier coleccionista, sino a uno que resultó ser “heredero de Bancomer”, para que comprara una de las obras exhibidas en la galería, a cambio de cubrir la cantidad del adeudo mayor del afortunado deudor seleccionado.

Nadie va a dar respuesta a este tipo de preguntas porque esas cosas en el mundo del arte no son relevantes o públicas, importa más sostener el simulacro.

Tanto el artista como la galería han mantenido en el anonimato el nombre del coleccionista, pero es vox populi para todos aquellos que participan de alguna forma dentro del campo artístico que se trata del creador de la Fundación Alumnos47. Me pregunto por qué se reservan este dato tan relevante para hiperbólica historia de Daniel Aguilar Ruvalcaba. ¿Se lo pidió el coleccionista o tal vez dicha compra no está en firme? Nadie va a dar respuesta a este tipo de preguntas porque esas cosas en el mundo del arte no son relevantes o públicas, importa más sostener el simulacro.

“¿Por qué no fui tu amigo?”  tiene otros vuelcos barrocos adicionales, pero quiero detenerme en este punto porque lo que argumentalmente se plantea en la hoja de sala tiene una pobre conexión con las tres obras que se presentan en la galería Kurimanzutto: “Anuncio de periódico”, un recorte de periódico donde se busca al homónimo del padre del artista ofreciendo pagar sus deudas; “Equipo”, una colección de objetos de producción audiovisual que serán rematados en “Mercado libre” para pagar la deuda menor; y “Poesía”, dos billetes impresos sólo por una cara en papel reciclado de 100 y 200 pesos, que será la pieza que se dará al coleccionista a cambio de cubrir la deuda mayor.

Todo el melodrama que crea el artista está ausente de la sala. Es más, adquieren relevancia dentro de la exposición otras historias secundarias que nada tienen que ver con su tragedia familiar, sino que buscan dar un vuelco poético.

¿El simple hecho de que sus rostros aparecen en billetes de 100 y 200 pesos es suficiente vínculo? Si es así, me parece un torpe argumento.

Por algún capricho, los billetes que se exhiben, y que serán la obra que comprará el coleccionista a cambio de pagar la deuda del homónimo del padre del artista, están impresos en papel de reciclaje que se hicieron con libros de Sor Juana y Nezahualcóyotl. ¿Qué tienen que ver Sor Juana y Nezahualcóyotl en esta historia? ¿El simple hecho de que sus rostros aparecen en billetes de 100 y 200 pesos es suficiente vínculo? Si es así, me parece un torpe argumento. 

Volviendo al montaje, contrasta el hecho de que siendo un proyecto tan rebuscado y procesual se exhiban sólo tres piezas, que en todo momento están despojadas de las referencias documentales o visuales que han acompañado el desarrollo del proyecto. ¿Quién tomó esta decisión, el artista, el curador o la galería?

Es difícil saberlo, pero si tomamos como referencia la muestra “Tutoriales”, que Daniel Aguilar Ruvalcaba montó a finales del año pasado en el Museo Universitario del Chopo, queda claro que su proceso de montaje no tienen nada que ver con la economía y pulcritud que se decidió imprimir a su individual en Kurimanzutto.

Esta es otra pregunta que tampoco se desvelará, pero por lo que se puede ver en la sala parecería que el artista se adaptó/cedió a las necesidades que le impuso la galería y/o el curador, lo cual desvirtuó el abigarrado discurso que ha procurado Daniel Aguilar Ruvalcaba en su barroco proceso de producción.

En la hoja de sala, que en esta muestra resulta crucial, el curador afirma que “Aguilar Ruvalcaba presenta una exposición tan artísticamente cargada de contradicción y paradoja que parece estar al punto del colapso continuo”.

Esta idea, más allá de ser una postura del artista, parece una justificación, un mea culpa, que intenta salvar a la exposición de las inconsistencias y falta de conexión entre lo dicho y lo exhibido, que resultan obvias cuando un artista quiere asumir una postura filantrópica a partir de una tragedia familiar.

 

“¿Por qué no fui tu amigo?”, de Daniel Aguilar Ruvalcaba, se exhibe en la galería Kurimanzutto  (Gob. Rafael Rebollar 94, Col. San Miguel Chapultepec) del 22 de septiembre al 24 de octubre de 2015.

 

Texto publicado el 30 de septiembre de 2015 en el blog Cubo Blanco del periódico Excélsior.