el fin de la era de la discrepancia

Atacan a la Universidd porque discrepamos.

Viva la discrepancia que es el espíritu de la universidad.

Viva la discrepancia que es lo mejor para servir.

Javier Barros Sierra

Por Edgar Alejandro Hernández

La censura de la obra de Ana Gallardo, Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024), en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), solo puedo verla como una derrota para todos aquellos que nos formamos bajo el régimen visual de la Escuela de los Noventa. Para nuestra generación, una de las virtudes del arte era poder escapar del decoro tradicional y permitir que los artistas operaran mediante actos moralmente ambiguos y políticamente incómodos, para citar a un clásico.

El ascenso de gobiernos ultraconservadores, de izquierda y derecha, ha institucionalizado globalmente una corrección política que canceló cualquier posibilidad de disenso. Encubiertos por una legítima reivindicación de problemas de género y de las minorías, la cultura de la cancelación llegó para quedarse y a su paso arrasó con todo aquello que no reconfortara a las mayorías (al pueblo bueno, diría un expresidente). Incluso con artistas como Gallardo, quien, en el discurso, visibiliza “la herida abierta de la violencia contra las mujeres”.

Nunca me ha interesado la obra de Gallardo, y en general el llamado arte comprometido, pero creo que es importante defender que artistas como ella sigan exhibiendo en espacios institucionales y que su trabajo provoque un debate público. Mal haríamos en repetir cacofónicamente el griterio xenofóbico y clasista que ha despertado en redes sociales la obra o en aceptar acríticamente la tardía reacción del MUAC, institución que primero intentó un fallido control de daños con un comunicado que no comunicaba nada, además de la parcial censura de la obra (al borrar el nombre Estela y cambiar la cédula de sala). Tras la protesta y pinta del acceso principal y muros del museo, el pasado 13 de octubre, finalmente los funcionarios universitarios claudicaron y aceptaron censurar la pieza (primero se informó que cerraría temporalmente el acceso a la pieza y dos días después comunicaron que se acordó remover la obra).

Esta cesura deja un pésimo precedente, como lo sintetizó la historiadora del arte Karen Cordero: “Me preocupa que la solución de cerrar la obra podría llevar a que las instituciones dejen, por temor, de tocar temas neurálgicos, importantes, o sensibles.” (El País, 16/10/2024)

Si hiciera falta recapitular la discusión, Extracto para un fracasado proyecto reproduce en un texto calado a muro la experiencia de la artista al intentar colaborar con la Casa Xochiquetzal, espacio de resguardo para extrabajadoras sexuales en situación de calle. El lenguaje soez de la artista acarreo acusaciones de revictimización hacia las mujeres.

La pieza fue creada en 2011 y se ha exhibido en diferentes espacios en México y el extranjero, sin que provocara nunca un debate parecido al que vive hoy. La velocidad de la luz a la que avanza la cultura de la cancelación hizo que en 13 años la pieza se volviera impresentable. Una curaduría menos ensimismada en su propio relato lo hubiera detectado. Resulta sintomático que en un tercer comunicado, tras las protestas y la censura de la obra, el equipo curatorial finalmente reconoció "una falla significativa y ofrecen una disculpa a las personas agraviadas". El detalle es que esta disculpa llega dos meses después de que se inauguró la exposición y luego de una semana de señalamientos, ya que desde el 9 de octubre la Casa Xochiquetzal había denunciado que la obra de Gallardo difamaba a dicho recinto "con mentiras, descalificaciones e insultos".

El MUAC ha vivido otras polémicas, como el caso de la exposición Una carta siempre llega a su destino. Los Archivos Barragán (2017), de la estadounidense Jill Magid, quien creo un diamante con una fracción de las cenizas del arquitecto mexicano Luis Barragán. Pero la gran diferencia entre la muestra de Magid y lo que ocurre con Gallardo es que en el primer caso la polémica estaba presupuestada desde el inicio y tuvieron los medios para administrarla. La errática reacción institucional del MUAC mostró la falta de oficio de la nueva dirección para lidiar con esta crisis. En el caso de Gallardo no sabían por dónde saltaría liebre. Primero intentaron justificar la obra con un árido comunicado, luego censuraron parcialmente la pieza y al final tuvieron que ceder a su cancelación total. 

Este debate deja claro que el MUAC, que tuvo a la discrepancia[1] como uno de sus elementos fundacionales, ya no cuenta con la sensibilidad ni el aparato crítico para negociar con las disidencias actuales, que se manifiestan como grupos sociales organizados para interpelar a institución de poder conservador como el propio museo.

Ana Gallardo. Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024). Detalle de la censura parcial al borrar el nombre Estela.

Más allá de la pertinencia, fortuna crítica o aportación que sus promotores le den a la obra de Gallardo, la realidad es que hoy la obra Extracto para un fracasado proyecto no logra huir de la literalidad que contiene. El hecho de que llame “puta callejera” a una trabajadora sexual de avanzada edad o que describa como “geriátrico” un espacio de acompañamiento fue suficiente para que la superioridad moral que obliga la corrección política activara la quema de brujas que cada tanto demanda la cultura de la cancelación.

Esta corrección política, hay que decirlo, fue abrazada sin reparo por el coro de recintos culturales públicos y privados en todo el país, incluyendo al MUAC. Si se mira con cuidado el programa del museo universitario, no es difícil observar que el último lustro ya no fue relevante aquella “radicalidad crítica en cuanto a la gestión cultural” que había fundamentado la creación del museo, sino que ahora todo gira en torno a consensos, cuotas y a complacer a aquellos voces que hoy linchan al museo por mostrar piezas moralmente incómodas como las de Gallardo.

Como ya se dijo, la discrepancia era uno de los pilares del MUAC, pero hoy pasa a un segundo plano. Basta escuchar las entrevistas que ofrecieron Cuauhtémoc Medina, tras anunciarse que dejaba su puesto como curador en jefe; y su reemplazo Lucía Sanromán. Mientras Medina destacó las exposiciones polémicas o que provocaron franca irritación durante su gestión (Reforma, 08/10/2024), Sanromán adelanta que se sumará a lo que el consenso y la corrección política obliga: “Dar espacio a mujeres, artistas que se identifican como indígenas, para dar espacio a prácticas que no entran dentro de las estructuras de los proyectos objetuales”. (El Universal, 14/10/2024). Llegó el fin de la era de la discrepancia.

[1] En 2006 se inauguró en el Museo Universitario de Ciencias y Arte CU la exposición La era de la discrepancia. Arte y cultura visual en México 1968-1997, curada por Olivier Debroise, Pilar García, Cuauhtémoc Medina y Álvaro Vázquez Mantecón, que se volvió un referente del arte de los noventa y marcó el programa y la colección del Museo Universitario Arte Contemporáneo, inaugurado en 2008.

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