Por Brenda J. Caro Cocotle
Cándida Fernández de Calderón cerró su ciclo de 33 años al frente de Fomento Cultural Banamex, asociación civil gestada en 1962 para la investigación y promoción del patrimonio artístico y cultural del Banco Nacional de México. La noticia, más allá de consignar el hecho de su permanencia, da la pauta para pensar uno o dos asuntos respecto al arte popular, aunque sea de manera breve y contenida. Quizá el que más destaque sea la mirada que, intencionadamente o no, se ha construido sobre la producción cultural material vinculada con comunidades, familias y pueblos originarios, gracias al Programa de Apoyo Artesanal de Fomento Cultural Banamex, en operación desde 1996.
No puede negarse que este Programa se convirtió en un agente relevante que redundó en beneficios para un sector que no necesariamente encontraba réplica por parte de los mecanismos y políticas culturales del Estado —como lo fue el paulatino debilitamiento del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) y su reducido impacto para los artesanos/artistas populares—. Al mismo tiempo permitió posicionar, proyectar y generar el valor de la propia colección del banco, al sumar al fondo de pintura y edificios históricos con valor patrimonial, un acervo que requería de relativamente poca inversión —hablando en términos de mercado—, a la vez que consolidaba la faceta de fomento social de Banamex, una mayor presencia pública, nuevas oportunidades de negocio y vinculación interinstitucional. Una mezcla entre el genuino interés por la acción cultural y el beneficio particular.
El programa debe gran parte de su éxito a su estructura, que contempla una componente económica y otra de difusión. A la primera corresponden apoyos directos a los productores para la mejora de talleres; adquisición de insumos e infraestructura; rescate de técnicas y capacitación y soporte para la comercialización de las piezas. A la segunda, le incumben las exposiciones, publicaciones —en particular, el libro-catálogo Grandes maestros del arte popular—, y la colaboración con otras instancias públicas y privadas en la organización de concursos y ferias. De esta manera, se daba respuesta a la necesidad expresa de los creadores de vivir de su trabajo, mejorar las condiciones de venta y fortalecer la valoración pública de la producción popular como portadora de valores estéticos y culturales por derecho propio.
La edición del libro de Grandes maestros del arte popular ha sido uno de los elementos más significativos del programa. Lanzado en 1998 —le han seguido varias reimpresiones— la publicación se propuso, en palabras de la propia Fernández,[1] como un libro de referencia que brindara un panorama de las principales familias, productores y técnicas de las distintas regiones de México. En la selección participó, además de Fernández, Teresa Pomar, quien fuera responsable del Fonart durante su inicio. Pomar no sólo tenía un conocimiento de los individuos y las redes existentes, también contaba con su confianza, lo que sumó legitimación a la iniciativa ante los profesionales de la cultura y ante las maestras y maestros artesanos. El perfil del libro le permitió consolidar un triple reconocimiento: el académico —una voz de autoridad para profesionales, investigadores, coleccionistas—; de mercado —una “denominación de origen”, vinculada al nombre del productor, el lugar o el diseño—, y de legitimación para los creadores, quienes esgrimen el libro como una forma de validación.[2]
Ese mismo año, se publicó también Artesanos, artesanías y arte popular de México, por parte Dirección General de Culturas Populares del CONACULTA.[3] Bajo la compilación de Victoria Novelo, este libro buscó condensar las diferentes posturas académicas sobre el tema. Si bien pretendió exponer el estado contemporáneo de la cuestión, su impacto quedó reducido al territorio de la investigación. Es decir, mientras Grandes maestros… es un libro que los propios maestros y maestras emplean como referencia y carta de validez, Artesanos, artesanías y arte popular, no. Uno es un texto para los productores, el otro, para los académicos; en uno, se los enuncia como sujetos, en otro, como objetos de estudio.
No obstante, la mirada que se ofrece en ambas publicaciones es la del otro, el juicio de validación permanece externo. Considero que, en el caso de la publicación de Novelo, ello es consecuente con la propia episteme del momento (aún no habían entrado a escena ni los estudios poscoloniales ni los decoloniales), mientras que en la de Fomento prevalece el interés por generar una puesta en valor, un estatus y una jerarquía operativa porque esto también empuja o articula circuitos de comercialización y el fortalecimiento de un mercado del arte popular muy específico, en el que no toda artesanía es arte popular y el arte popular gana “autonomía”, dado que sus criterios de valoración son otros.
Como observador externo, mi estimación del programa es contradictoria. En su momento inicial, fue una apuesta arriesgada (las artes aplicadas y la creación artesanal eran consideradas menores a comparación de las “otras artes”) y ha consolidado un modelo de gestión centrado en la participación privada, con nexos de colaboración estatal; pero carezco de las herramientas para aquilatar qué tanto dotó de agencia a los creadores o si reforzó una relación de dependencia entre estos y la organización financiera.
Cierro este texto con un par de apuntes. En 2022, la administración del entonces presidente López Obrador lanzó el proyecto Original, encuentro orientado a “exhibir el trabajo artístico de los pueblos y comunidades creativas de México”[4] —Cándida Fernández forma parte del consejo asesor—. La elección de los términos deja ver una narrativa distinta de la sostenida no sólo desde la parte gubernamental, sino también a la establecida por Fomento Cultural Banamex, al centrarse en la filosofía de la industria cultural y el emprendedurismo, implicando con ello que los maestros y maestras artesanos tendrán una mayor agencia. Por su parte, el 17 de enero de ese mismo año entró en vigor la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas, que entre sus puntos reconoce el patrimonio cultural comunitario y busca protegerlo de la apropiación no consentida de elementos identitarios del arte popular —lo que incluye diseños, técnicas y características ornamentales—; una clara respuesta a los reclamos por plagio y abuso de parte de empresas y casas de diseño internacionales. El territorio de disputa ya no está sobre definir el valor simbólico, cultural y económico del arte popular. Ese ya ha quedado claro; Fomento Cultural Banamex ha contribuido bastante a ello. Lo que ahora se juega es la propiedad intelectual.
En este contexto, habría que sopesar el anuncio hecho por el gobierno federal en abril de 2025, donde manifestó que uno de los programas prioritarios del Plan Nacional de Desarrollo sería la “transformación profunda” del Fonart,[5] con una mayor participación de la Secretaría de Economía. A la fecha, no se sabe más sobre dicha transformación: ¿qué tipo de acciones se desarrollarán? ¿Cómo participarán los productores? ¿Será un conjunto de políticas que no difieran en mucho del enfoque de la “empresa de uno mismo”? ¿Qué le deberá a experiencias de gestión como las del Programa de Apoyo Artesanal de Fomento Cultural Banamex o a otras propuestas de organización comunitaria? Al tiempo. Lo cierto es que el país ya no es el de hace 33 años.
Referencias
ADN 40 (10 de junio de 2025). “Cándida Fernández se despide de Fomento Cultural Banamex”, Artelópolis, https://www.youtube.com/watch?v=T_YlPiYq7FU
Fomento Cultural Banamex (septiembre de 2022). “Jornada de reflexiones en torno a los 50 años de Fondo Cultural Banamex”, https://www.youtube.com/watch?v=K0ip1LpfVO0
Fomento cultural Banamex, “Programa de Apoyo Artesanal”, https://fomentoculturalbanamex.org/gmap.html (Fecha de acceso: 13 de mayo de 2025).
González, V. (2015). La Exposición de Arte Popular o el surgimiento de la vanguardia, México 1921 en Revista Historias número 90 (enero/abril). INAH. México.
Novelo, V. (2007). (Comp.) Artesanos, Artesanías y Arte popular de México. Una historia ilustrada. Dirección General de Culturas Populares - CONACULTA. México.
Ortíz Sánchez, M. (2024). Tejer la nación: la disputa cultural en procesos de patrimonialización, [tesis docotral], Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.
[1] Véase la entrevista concedida a Artelópolis, transmitida el 10 de junio de este año.
[2] En su tesis de doctorado, Maai Ortiz consigna en sus entrevistas con diferentes maestros textileros cómo estos muestran con orgullo el libro y lo esgrimen como una carta de presentación y valoración de su trabajo. Por su parte, Cándida Fernández, en un encuentro conmemorativo por los cincuenta años del programa, relató cómo algunos coleccionistas e interesados en el arte popular les han pedido a los artesanos que les “firmen” su ejemplar de la publicación.
[3] Asumo que la mayoría de los lectores saben lo que fue el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. En caso de que no, fue la instancia que estuvo a cargo de la acción cultural del gobierno federal mexicano de 1988 al 2015, cuando fue relevado por la actual Secretaría de Cultura.
[4] Según la información consignada en la página web del programa en el 2024. Esta declaración ha cambiado. He decidido conservar la versión anterior con propósito del argumento que me interesa desarrollar.
[5] Anuncio realizado en la conferencia matutina de Presidencia, 11 de abril de 2025.
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Texto publicado el 11 de julio de 2025.