El orden natural de las cosas

POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ

Para que una institución pública o privada pueda atentar, con impunidad, contra la integridad de una obra de arte, se requiere forzosamente del silencio cómplice de todos aquellos que formamos parte del campo artístico. Que el Museo Jumex haya censurado la obra La evolución de las especies (1995), de Miguel Calderón, para poderla utilizar como foco de su campaña publicitaria de la exposición El orden natural de las cosas, es tan grave como el hecho de que durante los dos meses que duró la exposición no hubo una sola voz que protestara por la mutilación de la pieza.

Como si fuera una alegoría del tipo de arte que busca promover el Museo Jumex, la obra de Miguel Calderón fue quirúrgicamente castrada. Literalmente, el museo borró los testículos del hombre desnudo que marcha en cuclillas con el fin de volverlo una imagen inofensiva para el público que transita por la calle, pero, sobre todo, para los intereses empresariales de la trasnacional que patrocina el recinto.

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Campaña publicitaria de la exposición El orden natural de las cosas.

 

Sin sus partes pudendas, el personaje creado por Miguel Calderón para marcar la evolución del hombre, que inicia desposeído de bienes materiales (salvo un par de calcetines y unos lentes oscuros) y termina armado hasta los dientes, se reprodujo exponencialmente en decenas de anuncios espectaculares a lo largo y ancho de toda la Ciudad de México. En algunos casos se mostraba la pieza completa, compuesta por seis fotografías, pero en la mayoría de los casos sólo aparecía el solitario y afeminado (por obra y magia del fotoshop) hombre desnudo para anunciar la pretenciosa exposición El orden natural de las cosas, curada por Julieta González y José Esparza Chong Cuy.

 Si bien ya es cuestionable que la imagen del hombre desnudo se reproduzca aislada de las cinco fotos restantes que componen la obra de Miguel Calderón, más problemático es que se exhiba castrada y como si fuera un aséptico anuncio publicitario, que llama la atención de la gente, pero no perturba la moral o los intereses empresariales.

No es difícil imaginar la escena en las oficinas del Museo Jumex cuando presentaron la campaña publicitaria de la exposición El orden natural de las cosas al representante de la empresa Grupo Jumex y éste vio al desnudo personaje de Miguel Calderón con sus atributos masculinos (estoy casi seguro que este tipo de eufemismos se usaron en ese momento) colgando tímidamente bajo sus piernas. Es casi natural que a un empresario, que no tiene ninguna sensibilidad hacia los lenguajes artísticos, la fotografía le hubiera resultado problemática. Hasta aquí todo va más o menos en el orden natural de las cosas. Pero cuando los encargados del museo, que se supone sí entienden la gravedad de censurar una imagen, decidieron que no había por qué sustituir la imagen, sino que era mejor convencer al artista que les permitiera castrar su pieza, ahí el tema pierde cualquier lógica o sentido.

Imagen censurada de la serie La evolución de las especies.

 

Por que, hay que consignarlo, Miguel Calderón autorizó que se modificara su obra. Según explicó el propio artista “la conversación comenzó con que no la editarían, pero progresivamente fueron cambiando los términos. La verdad no volvería a permitir que sucediera. De alguna manera es metafórico para los artistas que, a cambio de mostrar cosas, te tengan que castrar”. 

La moralina censura del Museo Jumex a la obra de Miguel Calderón resulta grotesca por muchos motivos, pero en principio porque viene de un recinto que, en el discurso, “fue pensado como un sitio único para fomentar el descubrimiento, la reflexión y el aprendizaje del arte contemporáneo, esto a través de un programa crítico que cuestiona los paradigmas de pensamiento y los grandes temas de nuestro tiempo”.

¿Qué reflexión o qué aprendizaje se puede tener de un postura tan reaccionaria hacia una imagen de un hombre desnudo? ¿El castrar una obra, cómo cuestiona los paradigmas del pensamiento? ¿En qué pensaban los curadores y administradores del museo (aún no hay un director general) cuando decidieron que era mejor censurar una pieza a simplemente sustituirla por otra, si es que ésta no correspondía con los intereses de la empresa?

Al ver la obra censurada de Miguel Calderón no puedo dejar de recordar las absurdas y temerarias declaraciones que Patrick Charpenel dio a la revista La Tempestad, después de que renunció a la dirección del Museo Jumex tras la crisis por la censura a la exposición de Hermann Nitsch en 2015: “Sí, la cancelación (de la muestra de Nitsch) fue un hecho lamentable, pero hubo demasiadas variables que no fueron puestas en la balanza en el momento de juzgar a la institución. Ningún artículo hizo énfasis en lo que he mencionado. El juicio, aunque necesario, fue muy duro. (…) No quiero disminuir la gravedad de lo que ocurrió. Llegué a pensar que, si éramos así de malos, tal vez lo mejor era dejar el lugar a quienes pudieran hacerlo mejor, pero la realidad es que sin la Fundación Jumex colapsaría el sistema del arte mexicana.” (http://nubr.co/ulHyut)

Imagen original de la serie La evolución de las especies.

 

Parafraseando a Charpenel, habría que preguntar a su sustituta interina, Julieta González, ¿qué variables fueron puestas en la balanza cuando decidieron castrar la pieza de Miguel Calderón? ¿Es demasiado duro pensar que el cortarle los testículos a su personaje debe considerarse como una grave censura? ¿Realmente la Fundación Jumex, que de nueva cuenta tuvo una actitud reaccionaria hacia los discursos del arte contemporáneos, es la única institución que salvará al sistema del arte contemporáneo del colapso?

El silencio será de nueva cuenta la respuesta a estos cuestionamientos. El coleccionista, como el eslabón más alto dentro del sistema artístico, no está obligado a dar cuenta de sus actos. No importa que la censura sea flagrante o que Miguel Calderón sea un artista reconocido que, además, es representado por Kurimanzutto, una de las galerías más influyentes del país.

Aquí también hay que preguntarse, ¿qué representa Miguel Calderón para Kurimanzutto? ¿Por qué la galería consideró que era aceptable la censura a la obra de uno de sus artistas?

No hay que olvidar que cada vez que la galería creada por Mónica Manzutto y José Kuri ve afectado sus intereses comerciales nunca ha dudado en presionar, en lo público y privado, a curadores, artistas, galeristas, periodistas o directores de ferias y museos.  Con una eficacia inusual logran imponer sus condiciones, sin importar que tengan o no la razón.

Montaje dentro del Museo Jumex de La evolución de las especies.

 

Un ejemplo que recuerdo a vuelo de pájaro fue en 2011, durante la feria Zona Maco, cuando Kurimanzutto obligó a la galería Arena México, de Guadalajara, a desmontar piezas de Miguel Calderón, Gabriel Kuri y Daniel Guzmán, que ofrecía como mercado secundario, por el simple hecho de que se trataba de artistas que ahora ellos representaban.

Quien frecuenta ferias de arte sabe que es común que un mismo artista sea representado por varias galerías que, incluso, llegan a ofrecer las mismas obras (cosa que le pasó alguna vez a la propia Kurimanzutto con una pieza de Rirkrit Tiravanija). En este caso se trataba de obras de los 90, de la colección Alma Colectiva, de Aurelio López Rocha, que fueron producidas y vendidas antes de que la galería fuera creada. No había argumentos para desmontar las piezas, pero Kurimanzutto mostró músculo y tanto la feria como el galerista cedieron a su petición.

Presionar a Zélika García y a Jaime Ashida es un riesgo que sin duda puede tomarse la galería, porque no pone en riesgo el negocio. No se puede decir lo mismo frente a la censura de la institución creada por el coleccionista Eugenio López. Guardar un disciplinado silencio es lo que conviene a todos para mantener el orden natural de las cosas.  

 

El orden natural de las cosas, curada por Julieta González y José Esparza Chong Cuy, se exhibió en el Museo Jumex del 11 de marzo al 8 de mayo de 2016.

The Natural Order of Things

For a public or private institution to threaten the integrity of a work of art with impunity, the complicity, or silence of all who participate in the art world is required. The fact that the Jumex Museum has censured the work Evolution of Man (1995) by Miguel Calderón, in order to use the image as the focus of the publicity campaign for the exhibition The Natural Order of Things, is just as serious as the fact that throughout the two months the show was on display, not a single person raised their voice in protest of the work's mutilation.

As if it were an allegory for the kind of art Jumex Museum seeks to promote, the work of Miguel Calderón was surgically castrated. Literally, the museum erased the testicles of the naked man, who in the work squats as he walks, in order to make the image harmless to the general public that would encounter the ad on the street. However, more than anything the decision was made in the interest of the transnational that sponsors the museum.

Without his private parts, the character created by Miguel Calderón to mark the evolution of man, who in the work starts without material goods (except for a pair of socks and dark glasses), and finishes armed to the teeth, was reproduced exponentially on dozens of billboards throughout Mexico City. In some cases the entire piece was shown, made up of six photographs, but in most of the ads only the one, effeminate photo of the naked man (thanks to the magic of Photoshop) was used to announce the pretentious exhibition, The Natural Order of Things, curated by Julieta González and José Esparza Chong Cuy.

While it is already questionable that the single image of the naked man be used in isolation from the remaining five photos that make up Miguel Calderón’s work, it is even more problematic that the photo –by way of its subject– is castrated in its exhibition as if it were an aseptic piece of publicity, used solely to capture the attention of passers by, but not disturb either public morale or the company’s economic interests.

It is not difficult to imagine the scene at Jumex’s offices when the museum staff presented the advertising campaign for the exhibition The Natural Order of Thingsto the representative of the Jumex Group, and he saw the naked character ofMiguel Calderón with his male attributes (I'm almost certain that these types of euphemisms were used in the meeting) hanging shyly under her legs. It is almost natural to assume that a representative of the corporation with no sensibility for artistic or photographic languages would have found the image problematic. Up until this moment everything seems to be going more or less in the natural order of things. But when managers of the museum, who supposedly do understand the seriousness of censoring an image, decide that instead of replacing the image all together, it is better to convince the artist to allow them to castrate his work, the operation loses any logic or sense.

It is important to note here that Miguel Calderón did authorize the modification to his work. As explained by the artist himself, "the conversation began under the pretext that there would be no alterations to the image, but these terms changed gradually over time. Honestly, if given the opportunity again, I would not allow it to happen. In a way it serves as a metaphor for artists that, in order to show their work, must castrate themselves.”

The moral censorship by the museum to the work of Miguel Calderón is grotesque for many reasons, but first and foremost because it comes from an institution that, in its rhetoric, “was conceived to be a unique site to promote the discovery, reflection, and learning of contemporary art through critical programming that questions established paradigms and gets at the greatest issues of our time.”

What type of reflection or learning is generated by an institution taking such a reactionary position on an image of a naked man? How does castrating a piece of work question paradigms of thought? What were the curators and museum administrators thinking (the museum still has no general manager) when they decided it was better to censor a piece of art rather than replace it with another; that is, if their reasoning has anything at all to do with the interests of the museum rather than the company that sponsors the institution.

Seeing the censured work of Miguel Calderón I could not help but remember the absurd and reckless statements Patrick Charpenel gave the local magazine La Tempestad after he resigned his directorship of the Jumex Museum following the crisis that ensued from the censorship of the Hermann Nitsch exhibition in 2015: "Yes, the cancellation (of the Nitsch show) was unfortunate, but there were many variables that were not considered in the judgments made against the institution. Not a single article emphasized what I have mentioned. The decision, although necessary, was very hard. (...) I do not want to diminish the seriousness of what happened. I have come to think that if we are in fact that bad of an institution, maybe it was best to leave the show to a team that could do it better, but the reality is that without the Jumex Foundation the Mexican art system would collapse." (Http://nubr.co / ulHyut)

Paraphrasing Charpenel’s argument, one should ask his interim replacement, Julieta González what variables were balanced when deciding to castrate Miguel Calderón’s piece? Is it too much to think that cutting the testicles off of his character should be considered a serious act of censorship? Is the Jumex Foundation, which has taken yet another reactionary stance towards contemporary art discourse, really the only institution that will prevent the collapse of the country’s contemporary art system?

It seems that silence will again be the chosen response to these questions. The collector, once again, as the highest link within the art system, is not required to account for his or her actions. It is of no importance that the censorship is flagrant or that Miguel Calderón is a well-known artist who on top of his personal recognition is represented by Kurimanzutto, one of the most influential galleries in the country.

To this end one must also ask, what does Miguel Calderón represent toKurimanzutto? Why did the gallery considered it acceptable that a museum censor the work of one of its artists? One must not forget that each time the gallery –created by Mónica Manzutto and José Kuri –has felt that its commercial interests threatened it has never hesitated to push back, both publicly and privately, against curators, artists, gallery owners, journalists or directors of art fairs and museums. With unusual efficiency they manage to impose their conditions regardless of whether or not they are in the right.

One example I remember was in 2011, during the Zona Maco fair, whenKurimanzutto forced the gallery Arena Mexico from Guadalajara, to dismantle works by Miguel Calderón, Gabriel Kuri and Daniel Guzmán, which by being exhibited offered buyers a secondary market, based on the simple fact they were artists represented by the gallery.

Those who frequent art fairs know that it is common that the same artist be represented by several galleries, and that even the same works be sold at the same time (something that happened once to Kurimanzutto with a piece byRirkrit Tiravanija.) In this instance the work was part of a collection of art from the 1990’s, Alma Colectiva, by Aurelio López Rocha, and the works were created and sold before Kurimanzutto had opened. There were no legitimate arguments to remove the pieces, but Kurimanzutto flexed its muscles and both the fair and the gallery owner gave in to their request.

Pressuring Zélika García and Jaime Ashida is a risk that, without a doubt the gallery can afford to take, because it in no way jeopardizes its business. The same cannot be said about the censorship of an institution created by collector Eugenio López. Holding a disciplined silence is what benefits everyone and maintains the natural order of things.

 

Translated by Nika Chilewich

Texto publicado el 26 de mayo de 2016 en el blog Cubo Blanco del periódico Excélsior.