Fernell Franco
Por Nika Chilewich
La muestra Fernell Franco: Cali Claroscuro representa una mirada extensa de la íntima relación del artista colombiano con la fotografía como método para reproducir su búsqueda emocional con su entorno urbano.
Organizada por el Fondation Cartier por l’art contemporain, París, Francia, y traída a México por el equipo curatorial del Centro de la Imagen, dirigido por Itala Schmelz, la exposición es la culminación de años de investigación en los archivos del artista, quien ha sido marginalizado de las narraciones históricas del panorama artístico de Cali en los años 70. La muestra de Franco forma parte de la puesta curatorial del museo, que busca cuestionar los intersticios entre la práctica fotográfica contemporánea y otras áreas del arte, según indica Schmelz.
En la programación del Centro de la Imagen, que intenta siempre partir de su propia colección fotográfica, la obra de Franco se acopló bien al planteamiento curatorial de revisar fotógrafos latinoamericanos de los años 70 y 80. La directora encontró a los curadores Alexis Fabry y María Wills en Foto España 2014, donde mostraban una pequeña selección de la obra de Franco. En ese momento inició la gestión para traer la exposición a México, un país importante en la vida del artista, que además fue un centro de cuestionamientos sobre las prácticas artísticas experimentales en Latinoamérica en los años 70 y 80. El mismo Franco participó en el Primer Coloquio Latinoamericano de Fotografía en el Museo de Arte Moderno en la Ciudad de México en 1978.
La exposición, que incluye diez series creadas entre 1970 y 1996, se divide en siete secciones: Demoliciones, Interiores, Billares, Amarrados, Prostitutas, Color Popular, y Retratos de Ciudad. El recorrido inicia con el documental Escritura de Luces y Sombras, de María Clara Borrero y Oscar Campo, en el cual Franco relata su relación con sus sujetos fotográficos y habla acerca de sus procesos experimentales. Esta es seguida en el espacio por una cronograma de su carrera con fotos intercaladas. La muestra es un fragmento de la exposición original, organizada en París, que incluyó, entre otras cosas, el trabajo de los colegas Óscar Muñoz y Ever Astudillo, así como una instalación producida por Muñoz para la exposición.
El hecho de que la directora del Centro de la Imagen haya gestionado esta muestra es un lujo para las audiencias locales, ya que ofrece una mirada única de Franco, una figura sobresaliente en la historia contemporánea del arte en América Latina.
A lo largo de la exposición se puede ver el emparejamiento estratégico entre Wills y Fabry y el conjunto de habilidades específicas de cada uno. El trabajo logístico de armar una muestra que proviene casi exclusivamente de colecciones privadas y el archivo personal del artista no es poca cosa, y la curaduría resultante de Cali Claroscuro es simple y directa, dos cualidades que comúnmente faltan en retrospectivas panorámicas. El recorrido de la exposición fluye sin esfuerzos, es elegante en su simpleza, y la sutileza de la mano curatorial va de la mano de la sencillez de la obra misma.
En contraste, los fondos de color de los textos curatoriales resultan a veces discordantes y la tipografía se vuelve un distractor. Las citas usadas para los textos de sala son extraídos en gran parte de las extensas entrevistas realizadas por la curadora colombiana María Lovino como parte de su investigación que culminó con la exposición: Fernell Franco: Otro Documento en 2001.
Los textos, que a veces parecían demasiado simples, también hacen un contraste con muchas exposiciones de arte contemporáneo. Si bien la capacidad de los extractos escogidos para profundizar en la obra de Franco en general es cuestionable, en algunos casos el gesto resulta emotivo y su simplicidad efectiva para poner el énfasis en la obra.
A lo largo de la exposición el espectador puede ver distintos acercamientos del artista a la fotografía como medio para indagar en espacios activados por distintas comunidades. Las salas de billar, edificios abandonados, burdeles, objetos inanimados, fachadas y espacios urbanos abiertos son escenarios para las procesiones de una población afectada por la rápida modernización de Cali. Franco registra la reestructuración violenta del espacio urbano que ocurre en toda la ciudad, en un diálogo artístico con ambientes precarios u olvidadas y las personas que los frecuentan.
A pesar de que el sujeto es muchas veces el material inanimado de la ciudad, el trabajo de Franco anota el contexto urbano y la cambiante relación entre los individuos y su entorno material. Su obra retrata una relación humana con el paisaje, un panorama de perseverancia frente a la violencia de clase y la destrucción brutal del espacio popular.
Su ojo se llena de nostalgia frente a la impermanencia. Las imágenes lamentan las pérdidas materiales de una comunidad desempoderada por el desarrollo brutal. En la obra de Franco, el espectador puede encontrar un sentido de anhelo, una cualidad expresada a través de su uso emocional de la luz, su sutil y gestual uso del color, y su capacidad de integrarse con delicadeza en los diferentes entornos que fotografía, nunca imponiendo la cámara sobre la situación.
Los materiales de la ciudad adquieren historias emocionales y el artista utiliza un paisaje inanimado como una metáfora visual de los procesos de desarrollo urbano y la incapacidad de ciertas comunidades de dictar cómo este cambio afecta los espacios que habitan. La serie Amarrados es quizás el ejemplo más directo de esta dinámica. Las fotografías de gran formato de objetos inanimados cubiertos y atados son representaciones inquietantes de la desaparición de los espacios urbanos no deseados. Los objetos, como cadáveres deshumanizados y repudiados, tocan temas de la violencia y la desaparición forzada de realidades consideradas indeseables. Las masas representadas, sin embargo, no son individuos. Su escala es la del espacio público, cívico, y sus retratos los transforman en símbolos de comunidades que han sido anuladas e ignoradas, compartimentadas por una élite socioeconómica y su poder sobre el espacio público.
A lo largo de la obra expuesta, este mundo material desechado y olvidado sirve como telón de fondo para su exploración profunda del medio fotográfico, y su tratamiento de la imagen impresa como un lienzo formal y conceptual para sus experimentaciones con la luz, el color y la composición. Muchas de las imágenes en la pantalla contienen sutiles intervenciones del artista, que, cuando se toma en cuenta el amor de Franco por el cine, pueden ser vistas como montajes, como la voz poético de las narraciones analógicas del artista. Los sujetos tratados están vivos con movimiento y narrativa, tema común en las tendencias del fotoperiodismo en América Latina en los años 70. Sin embargo, en la obra de Franco el artista está especialmente presente como narrador artístico, lo cual logra a través de la visible ingeniería de sus imágenes. Las técnicas experimentales que informan la práctica del artista, guiada por el propio proceso, cargan a cada obra con una representación material de la relación emocional y somática que une a Franco con el entorno urbano. Esta relación comienza con la cámara, pero se extiende al cuarto oscuro, a la imagen impresa, y a la composición material.
Cali Claroscuro ofrece una única visión del proceso de Franco. En varios momentos los curadores incluyen múltiples interpretaciones por parte del artista de un espacio singular fotografiado, mostrando cómo el artista juega con el encuadre, el collage, el color y la impresión, y subrayan la importancia de la repetición en su proceso. Retratos de Ciudad sirve como el ejemplo más poderoso de esto, y puede ser visto como el clímax de la muestra. La serie está dedicada enteramente a diversos estudios de una sola imagen.
El objeto literal de la serie es un campo abierto que alberga un público densamente poblado que viene a disfrutar el entretenimiento que ocurre sobre un escenario iluminado situado en la esquina derecha de la imagen. El objeto formal de la serie es la ciudad hecha de luces y sombras capturada por la cámara. Las imágenes muestran diversas repeticiones de la misma representación, algunas muy abstractas, y se hace evidente que Franco está representando a la luz como el sujeto poético de esta experiencia urbana compartida. La cámara en este sentido sirve como el punto de partida para su análisis conceptual sobre la conciencia colectiva en Cali, descrito por él en las citas que acompañan la muestra: “…el teatro de escándalos que luego repercutían en las otras regiones del país".
"En Cali la fuerza del sol y de la luz hace que uno entienda la importancia y la verdad de la sombra, en hechos tan simples como puede ser cambiar de acera para descansar del sol. Aquí siempre hay que estar adoptando los ojos al contraste”.
En su conjunto Cali Claroscuro puede ser visto como parte de una tendencia mayor en las prácticas contemporáneas de los museos, de volver de nuevo a las voces marginadas de la historia del arte del siglo XX, a través del acto curatorial de escuchar. En muchos sentidos, esta exposición encaja en lo que llamaría una poética redentora de la curaduría contemporánea. Exposiciones como ésta reafirman el potencial que tiene la práctica curatorial de hacer añicos las narrativas culturales exclusivas y de modificar la marginación de innumerables tradiciones artistas hechas por la institución museística.
Texto publicado el 29 de agosto de 2016 en el blog Cubo Blanco del periódico Excélsior.