Ana Gallardo y el virus del wokismo
Ana Gallardo. Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024).
Por Gardi Emmelhainz
Bajo riesgo de ser cancelada también, anuncio que el virus del wokismo ha atacado a Ana Gallardo quien desde el 1 de agosto exhibe en el MUAC un cuerpo de obra de los últimos 20 años enmarcada con el título: Tembló acá el delirio. La cultura de la censura se manifestó contra Ana Gallardo a través de una carta formal de denuncia, una pinta y protesta en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), troleo violento en redes sociales, la clausura bajo amenaza de una sala con la pieza de su exposición, y una carta de disculpas por parte del MUAC.
La obra de Ana Gallardo, Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024) generó violencia en el espacio público y fue cancelada porque ofendió y escandalizó. Se acusa a Ana Gallardo de haber insultado a las trabajadoras sexuales en general y a la Casa Xochiquetzal en particular. La Casa es una institución que ha navegado situaciones de una precariedad inimaginable e injusta, y que desde 2006 se ocupa con incuantificable esfuerzo y amor de trabajadoras sexuales de la tercera edad y en situación de calle. En una carta difundida en redes sociales, La Casa acusa a Ana Gallardo de cosas tremendas. Informan al público que el texto de apoyo de la pieza “está lleno de mentiras que afectan a la Casa”. Ana Gallardo, dicen, usa como agravios a la Casa y a su directora y de refilón a sus habitantes usando las palabras “puta” e “hija de puta” para nombrarlas. La Carta señala desacuerdo con el texto de la exposición en el que Ana Gallardo dice que “pasó un tiempo” cuidando a Estela como retribución por permitirle hacer una obra de arte con las habitantes de la Casa, y la realidad según Casa Xochiquetzal: Que se le habían pedido donar 70 horas de trabajo en la Casa y que Ana Gallardo acudió una sola vez a trabajar con ESTELA y que no volvió más.
El domingo 13 de octubre hubo protestas de grupos incluyendo a la Alianza Mexicana de Trabajadorxs Sexuales (AMETS) y LLECA-Escuchando que se manifestaron violentamente contra Ana Gallardo afuera del MUAC. Activistas hicieron una pinta en sus fachadas exigiendo respeto para los trabajadores sexuales y acusando al museo de “putxfóbicos”; en una de las pintas se denuncia el “privilegio blanco” de Ana Gallado. Descolgaron y quemaron el pendón que anunciaba su exposición en el MUAC.
Al contrario de sus claramente buenas intenciones, Ana Gallardo –que se ha pronunciado como feminista y que lleva militando por causas sociales y políticas desde los ochenta– carga con la gravísima acusación de revictimizar a las habitantes de la casa y encima de todo, como dice en la carta de La Casa Xochiquetzal: “de mostrarse a ella misma como víctima en un torpe acercamiento a un lugar en el que realmente viven mujeres victimizadas (lo cual) resulta insensible, insultante y violento”. Ana Gallardo es acusada de haber grabado a ESTELA y de mostrar el video sin su consentimiento. Y por ello, según usuarios de redes sociales que respondieron apoyando a Casa Xochiquetzal, Ana Gallardo es “Incapaz de entender otras realidades fuera de su privilegio”. Los violentos troleos la acusaron de insensible y de apropiarse, en su pieza Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024), de la situación de ESTELA para hacer, con fondos del erario, un video de pornomiseria y de escribir un texto descarapelando la pared que degrada a todas las trabajadoras sexuales y a la institución que, sin lugar a duda y con muchísimo esfuerzo, ve por ellas.
El MUAC respondió con una carta en la que piden disculpas a las personas agraviadas y desmontó la pieza de Ana Gallardo. Casa Xochiquetzal aceptó las disculpas anunciando que aún “esperan resarcimiento del daño”.
La narrativa de Gallardo y la de Casa Xochiquetzal son dos verdades enfrentadas. ¿Importa si alguna de las partes miente o no? (La mentira siendo ya moneda de cambio en la esfera pública).
La Alianza Mexicana de Trabajadorxs Sexuales y LLECA-Escuchando, entre otros, protestaron e hicieron pintas el pasado 13 de octubre en la entrada principal del MUAC.
La exposición en el MUAC de Ana Gallardo da fe de que su obra es de postura feminista y que pertenece a un linaje de arte comprometido políticamente; una tradición de acompañar a lxs despojadxs en su lucha, de denunciar abusos y violaciones de los marginadxs, de darles voz, de tomar una postura crítica ante ciertas tendencias de la sociedad. A algunxs troleadorxs inclusive expresan sorprenderse con la “incongruencia” del trabajo de Gallardo, celebrando su trabajo más reciente con indígenas Guatemaltecas. “Algunas piezas están bien, ésta no”. Además, su pieza sonora, CV Laboral, de 2009, atestigua que Ana Gallardo no viene del privilegio (más allá del estereotipo, de hecho, sí hay blancxs que vienen de entornos precarios), que no vive de su producción artística y que para fondearla (como muchxs) ha tenido que hacer una variedad de trabajos ajenos a la producción cultural, incluyendo ser asistente de dentista en algún momento de su vida.
Desde los noventa y en el marco de la estética relacional o de participación, artistas como Teresa Margolles, Doris Salcedo, Francis Alÿs, Javier Téllez, Tania Bruguera, han traficado con los problemas sociales. Trabajaron con víctimas de la violencia del narco, de las guerras imperialistas, con pacientes de un hospital psiquiátrico, con migrantes. Podemos hablar de una época en la que lxs artistxs tenían la posibilidad de ser sociólogos, etnógrafos, trabajadores sociales. Y lo que enmarcaron como arte relacional o colaborativo, hoy corre el riesgo de pasar por extractivismo en las industrias culturales. El cuerpo de trabajo de Ursula Biemann expuesto en el MUAC justo enfrente de la exposición de Ana Gallardo es un ejemplo de arte relacional, en este caso, de trabajo de la artista suiza con comunidades en el Amazonas colombiano; nadie ha acusado a Biemann de extractivismo como jamás ningún artista hombre ha sido sometido a un escrutinio parecido al que está padeciendo hoy Ana Gallardo.
Lo que hace Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024) de Ana Gallardo, es poner al desnudo los límites de la estética relacional o el trabajo social en el arte, y un cambio en la sensibilidad estético-política en general que vino con la instauración de la hegemonía de la oposición, y que lxs curadorxs y la artista no anticiparon.
Ciertamente, nuestros tiempos post-pandémicos de cambio climático, exterminación genocida, guerra civil, corrupción y polarización social extremos, no están para tolerar la buena voluntad de artistas-activistas consternadas que dejan la piel y el alma en proyectos y que con su complejo de salvadoras, parachutean situaciones políticas delicadas o instituciones precarizadas para visualizar posibilidades de cambio radical, iluminar situaciones desde un punto de vista crítico, imaginar soluciones radicales y poéticas que acaban cristalizándose en mercancías culturales y sobre todo, expresar solidaridad y empatía con lxs marginadxs. Nuestros tiempos son de una exigencia acérrima y moralista de expresar en redes y debates públicos correctez política y despreciar la poesía, actitud indisociable de la posverdad.
En el caso de la pieza de Ana Gallardo, generó tal escándalo que la institución efectuó la cancelación pública de la artista quitando la pieza de la exposición –no sólo en este caso, sino a nivel global, parece que quitar lo incómodo es la nueva función de las instituciones.
El texto que Ana Gallardo talló en la pared del MUAC no es documental sino literario, desgrana la experiencia de la artista en Casa Xochiquetzal desde un lugar literario y poético, alberga matices que van desde la denuncia hasta la compasión, de la frustración a la impotencia. Vale la pena reproducirlo completo acá:
Quería trabajar en el geriátrico de las mujeres prostitutas allí viven viejas putas callejeras muy viejas me contacté con la directora y quería hacer un trabajo con ellas me dijeron que si para allá me fui la directora no me recibió cuando llegué la esperé muchos días hija de puta la concha de la lora me hacía ir a un horario y me dejaba plantada llegaba tarde y se ocupaba de otras cosas luego se iba otra vez turra cuando por fin me recibió me dijo que antes que nada tenía que trabajar para ellas porque yo no podía darle nada a cambio le dije que sí que podía cocinar ella no quería eso de mí quería que cuidara a Estela una vieja puta y enferma que hija de puta como pudo hacerme esto me llevó al cuarto de la vieja que estaba ahí tirada en un montón de sucios jergones mojados con su propio meo que se le escapa de los pañales que tenía puestos hace días el piso pegostioso de tanta mierda estaba sucia e inmóvil no podía hacer nada sola solo llorar lo hacía todo el día llora que te llora y llora llena de furia no podía moverse sola nada hacía sola le tengo que dar de comer la comida que se le escapa por los agujeros de los dientes de la boca casi vomito la puta madre no soy capaz de cuidar a esta mujer no puedo de los dientes de la boca casi vomito la puta madre no soy capaz de cuidar a esta mujer no puedo vomito tres veces y me caigo en la calle tengo miedo pero regreso a cuidarla y siempre está llena de moscas que nacen de su misma mierda le lavo los pelos le acaricio las manos
En el texto, Ana se exhibe a ella misma tanto como exhibe la situación de ESTELA (percibida por ella) en Casa Xochiquetzal. La describe como abandonada en un estado de abyección total, cubierta por su propia mierda y meados. La suya es una forma de abyección material pero también la de un cuerpo femenino envejecido cuya existencia fue puesta al servicio sexual del heteropatriarcado. Una vida calificada por la sociedad en general de ser “no llorable”, como dice Judith Butler. Entre líneas, leemos el miedo que genera la abyección de la alteridad absoluta que representa ESTELA y su condición abyecta. Y la compasión-frustración-asco que le genera a la artista enfrentar esta alteridad absoluta.
Si le creemos a Gallardo, podemos suponer que en la Casa Xochiquetzal de 2011, antes de la Transformación, antes de que fuera subsidiada por el Estado a través del esquema de los Semilleros, y posiblemente, por razones ajenas a su control, pudiera haber tenido algunas de sus inquilinas en el estado deplorable que describe la artista en el texto del muro. Y no lo digo con ánimos de cuestionar el trabajo de una institución comprometida que no conozco del todo. Pero en base a mi experiencia, sí me consta que a veces, las instituciones padecen carencias económicas y de personal (los museos también) que hacen imposible cubrir sus compromisos. Carencias que podría padecer una institución que se ocupa de las trabajadoras sexuales, quienes, en una sociedad heteropatriarcal y misógina, son lo marginado de lo marginal.
En un post en el Internet del 31 de mayo de 2011, Ana Gallardo contó su historia en Casa Xochiquetzal en un tono muy distinto al del muro en el MUAC. Reproduzco un fragmento que resuena con el texto de pared de Fragmento:
Y llegué al geriátrico, pero la directora tardó mucho tiempo en atenderme, siempre me dejaba plantada, tal vez por sus ocupaciones y cuando lo hizo me dijo que tendría que antes de hacer mi proyecto, tendría que trabajar en un servicio social de 70 hs. Me pareció perfecto, le dije que podía cocinar, que lo hacía muy rico. Pero me llevó a conocer a Estela, quería que la ayudara a ella con su cotidiano. Estela es una mujer de aproximadamente 60 años, que tuvo 4 embolias y ya está que no puede hacer nada de nada sola. El cuarto estaba muy sucio y ella solo lloraba, no puede hablar. Estaba muy enojada. Me quedé dura cuando vi el panorama, pero la cambié enseguida, sin pensarlo, necesitaba cambio de ropa, estaba empapada sobre las mantas sin sabanas, sin almohada. Usa pañales. Luego la puse en su silla de ruedas, y más tarde intenté darle de comer.
Ana Gallardo. Sin título, 2011.
Podemos concluir que el texto de pared de Fragmento es una elaboración poética de este texto inicial, en el que Ana Gallardo se permite hablar desde la entraña para expresar cómo, bajo la mirada heteropatriarcal, las prostitutas de la tercera edad representan cuerpos cuerpos que son mercancías con obsolescencia programada. Y que el posible estado abyecto en el que quizás vivía ESTELA, que denuncia Ana Gallardo, no sea culpa de Casa Xochiquetzal, la institución del 2011. Sin duda, la situación es responsabilidad de la sociedad en general por su indiferencia (que llama a las trabajadoras sexuales “putas”). Porque el repudio a los cuerpos femeninos y feminizados envejecidos es cultural e inclusive lo internalizamos las mujeres (ver: La sustancia de Coralie Frageat). Que es el tema, digo de refilón, que Ana Gallardo pensaba trabajar en Casa Xochiquetzal como parte de su proyecto de la “Escuela de la vejez”.
En el texto de la pared, Ana acepta valientemente su propia incapacidad de lidiar con lo que Casa Xochiquetzal le pide –poner el cuerpo y trabajar para ESTELA– y así efectuar una retribución por hacer su pieza de arte. Ana Gallardo declara en el texto que con este episodio, las mujeres de la institución le dieron una lección de vida y exhibe con mucha vulnerabilidad los límites del arte relacional o de participación.
En ese sentido, podemos hablar, por un lado, de un problema de percepción de la pieza. En nuestros días, “Google nos apendeja y twitter nos hace malxs” porque nuestras facultades perceptuales están siendo formateadas por la comunicación digital. No leemos, sino que hojeamos, rozamos con la mirada. Carrereadas, incorporamos la información de forma rápida sin pensar ni analizar contenidos, damos Like, compartimos, nos indignamos y enseguida cambiamos nuestra atención de lugar. Sin haber siquiera visto el video, muchxs hicieron eco a la denuncia contra Gallardo por haber filmado a ESTELA y mostrar el video sin su permiso.
Se trata de un video que es estremecedor y conmovedor, que con amor, respeto y cuidado, hace un homenaje a su cuerpo envejecido y gastado por servir al heteropatriarcado. Que lanza una mirada que busca dignificar y darle consuelo a este cuerpo, acariciándole amorosamente las manos. Cabe reiterar que el tono del video contrasta con el texto de pared, que narra la abyección absoluta en la que Ana se encontró con el cuerpo de ESTELA.
Parte del problema de la cancelación de Ana Gallardo, creo, tiene que ver con la creciente incapacidad colectiva de leer entre líneas (¡Vaya, si parece que ya ni los estudiantes de Harvard saben leer![1]). No sabemos leer no por algún tipo de carencia educativa, sino porque nuestras facultades cognitivas están siendo formateadas por la comunicación digital. El texto que Ana Gallardo descarapeló de la pared no es un registro documental de una realidad (como el de su post de Internet de 2011), sino que trabaja en la dimensión poética del lenguaje. Existe en el registro poético de “sentimientos cruzados por sensaciones”[2]. Producido desde el pensamiento poético, exhibe los límites de la individua, del lenguaje, del arte, por cambiar las estructuras de poder del mundo. Claramente, en nuestra era woke –que es la de la exigencia de una cierta pureza política, sea de derecha o de izquierda– la poesía y la autoetnografía están peleadas con el trabajo social y las buenas intenciones (de cambio social y denuncia).
Lo woke ha sido definido como una policía plural del pensamiento que acecha los espacios para la libertad de expresión, inseparable de la destrucción de la esfera pública por líderes políticos con su ‘posverdad.’ “Woke” se puede traducir como “vigilantismo” o “despertismo” e implica un llamado a despertar colectivamente hacia las formas de discriminación de las minorías (étnicas, religiosas, sexuales u otras).Siguiendo a Nathalie Heinich (pensadora de ultra derecha extrema islamófoba, homófoba, etc.) el problema con el wokismo es que erige e impone cuadrículas casi exclusivas de lectura del mundo. Las cuadrículas se basan en asignar a los individuos a comunidades de pertenencia definidas por discriminaciones sufridas: mujeres, personas de color, homosexuales y trans, árabes y afrodescendientes, musulmanes, obesxs, discapacidtadxs. Se trata de erigir comunidades esencializadas a partir de una dimensión identitaria afirmando una individualidad polarizada a partir de una identidad “subalterna”, que se constituye fundamentalmente como dominada o discriminada. Es así como estas identidades se sitúan en la órbita del colectivo autodefiniéndose en contra de un enemigo que lxs ofende, que no lxs reconoce ni lxs trata dignamente[3]. Parte del problema es que –y por eso me doy el lujo de citar a Heinich, quien me parece, tiene una muy buena definición del wokismo– es que los marcos políticos de pensamiento de izquierda y derecha no sólo son ya obsoletos, sino que los retos políticos de nuestra época exceden por mucho esta división de postura y de pensamiento.
Por otro lado, este episodio es un ejemplo de que la mediación, que es la actividad social de la representación, el proceso activo de relacionarse para generar sentido a través de un medio está bajo cerco, pierde presencia y prestigio, se le ve como sospechosa, peligrosa, no se entiende. En nuestra cultura woke, el medio se pierde y sólo la inmediatez, lo inmersivo y lo directo, son legibles y aceptables. Pensemos en la literatura y cine recientes que adoptan el formato del speech de los influencers y hablan desde la fórmula de la voz de la víctima en el que los consumidores se identifican sin filtro, generando identidades en estado de presencia directa, sin distancia. Es así como la inmediatez genera el deseo de tocar de cerca la realidad, y ese deseo se refleja en los troleos y de las indignadas que se sintieron ofendidas por procuración. El deseo por la inmediatez es lo que empuja a la mediación al margen de la estética contemporánea y a la cancelación, a la imposibilidad de leer poesía, tal vez porque todo se siente como micro-Auschwitz.
Parte fundamental del reclamo contra Ana Gallardo es que haya hablado en primera persona y desde la víscera poetizada de su experiencia en Casa Xochiquetzal cuando intentaba ser trabajadora social: la acusan de hacerse la víctima de la situación desde un lugar de enunciación narcisista. Sin embargo, a mí me parece que una lectura cuidadosa del texto en la pared que permita acentos y matices nos revela que Ana Gallardo se desnuda en el texto y con humildad, expone el sadismo inherente a una relación de poder y confiesa su incapacidad de, esta vez, poner el cuerpo cuando tenía que haber puesto el cuerpo. Como sujeto enunciante y por lo tanto de poder, asume su propia responsabilidad en su relación con ESTELA y reflexiona sobre las cuestiones de jerarquías, desigualdad, pobreza, racismo y sexismo y su implicación en esas estructuras.
Porque Ana Gallardo utiliza al texto que descarapeló en la pared como un mecanismo de mediación para generar un lugar de enunciación complejo en el que habla de su experiencia con ESTELA y la institución que la albergó hasta su muerte, visibilizándolas.
El escándalo que suscitó Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024), es ejemplo de la crisis de la mediación generada por la cultura de la inmediatez y una secuela de la movilización ideológica de los afectos en torno al rechazo a las élites creadoras. Afirmando hablar en nombre del pueblo, los troleos son un reflejo de las formas cambiantes del poder, de una tendencia woke a buscar la pureza política por medio de un pseudo-discurso feminista y de clase de parte de “las olvidadas” o “lxs pobres” haciendo un simulacro de acción política que en realidad es una táctica represiva.
Porque, ¿cómo podrán lxs artistxs y escritorxs continuar a cuestionar a la sociedad bajo esta cultura de punitivismo y censura, bajo una nueva ideología que supuestamente vindica los derechos de las minorías pero que en realidad censura lo incómodo en nombre de un tipo de ‘pureza’ política?
En todo este escándalo, las trabajadoras sexuales y sus vindicaciones aparecen como espectros; no hay relación con ellas, ninguna de ellas se ha pronunciado al respecto y no están presentes en los posteos, reiterando lo que ya dijo Foucault: Que el sistema de poder invisibiliza, impide e invalida saberes producidos por grupos marginalizados.
El acto de censura colectiva desautoriza a Ana Gallardo para hablar de la situación de trabajo sexual y ello es evidencia de una ruptura en el régimen vigente de autorización de quién puede hablar sobre qué y bajo qué términos (Estamos hablando de feministas yéndose contra una feminista).
En general, el troleo virulento es síntoma de la psicosis colectiva, de la crisis en el espacio público y de batallas intestinas por visibilidad transitoria. También refleja los cambios en las maneras en las que se va estructurando el poder. La tendencia a censurar desde lo moral e identitario que lanza anatemas o edictos contra lxs creadorxs, empiezan a esparcir el terror ante las policías de la cultura que incitan al odio y llaman al linchamiento colectivo.
Sin duda, la era de la discrepancia terminó en 2018 dando lugar al advenimiento de la sensibilidad vigilantista, esencializando identidades, situaciones y circunstancias de vida, sobre todo siendo incapaces de tolerar puntos de vista distintos o nuevos. Cuando la oposición se instauró como hegemonía, trajo wokismo y la exigencia de una pureza política discursiva. Es por eso que sí fue un error táctico tanto de lxs curadorxs como de la artista de haber exhibido esta pieza en particular. Además de haber tenido que pedir permiso a Casa Xochiquetzal, les faltó la capacidad de comprender o interpretar adecuadamente las señales sociales presentes en este momento en particular. Haber contemplado el riesgo de la sensibilidad generalizada a la ofensa, a la tendencia a censurar desde lo moral e identitario que lanza anatemas o edictos contra lxs creadorxs, entender que con el fin de la era de la discrepancia, la función política del arte desde 2018 necesitaba cambiar de paradigma político desde la contraizquierda. Estoy segura de que el equipo entrante en el museo está a la altura de los tiempos y de sus retos.
Se haya oficialmente instaurada la cultura del agravio a la par de la expansión del miedo a ser troleado o acusade en campañas de cancelación, y tal vez de eso está hecho el nuevo autoritarismo imperante. Porque la mercadotecnia nos enseña muy bien su lección: es peligroso y cuesta muy caro no complacer a los usuarixs, al público, a los cuenthabientxs.
¿Qué hay más allá de la cancelación de la pieza de Ana Gallardo?
Primero, poner sobre la mesa el tema central que la ocupa en la exposición: “encontrar la manera de reflexionar sobre la vejez y su condición ante la cercanía de la muerte en el mundo contemporáneo. En nuestra cultura hay una imagen desfavorable del envejecimiento, esta etapa despierta sentimientos encontrados, a veces negando los procesos naturales. Esta instancia de la vida humana es dolorosa y generalmente no se contempla el dolor que provoca su llegada, nos toma desprevenidos”[4]. La vejez que como dice Bifo, es revolucionaria: si somos capaces de vivir el proceso de devenir nada, de ir hacia la muerte como un proceso natural y agradable, acompañar a los que mueren desde lugares empáticos y amorosos, cuidándolxs. Es revolucionario vivir el desvanecimiento de nuestros cuerpos y de nuestras mentes como un acontecimiento extraordinario[5]. No será la cultura de la cancelación sino la cultura de aceptación de devenir nada la que nos dará un chance de imaginar y construir nuestros futuros.
Segundo, propongo propiciar un círculo de resarcimiento con las partes involucradas para trascender la parálisis y miedo a generar más virulencia troleadora. Que diera pie a un dialogo donde las partes fueran invitadas a contar frente a un tipo de jurado plural la historia desde sus perspectivas. Si el diálogo resultara en distintas versiones de los hechos, se compararían y discutirían. El jurado tomaría en cuenta todas las perspectivas, pero también si la mayoría del jurado coinciden con una versión. Ana Gallardo tendría espacio para contar su versión, y se llegaría a un entendimiento de las razones detrás de su actuar. Las personas de Casa Xochiquetzal serían también escuchadas y el jurado llegaría a un consenso de cómo proceder.
Porque no hay una estructura “meta” que pueda hacerse responsable de que los problemas suscitados por la incorrectez política y la torpeza se esfumen. Es así que un círculo de resarcimiento facilitaría que la gente involucrada llegara a una solución con la que todxs pudieran vivir. Un acuerdo absoluto no sería necesario, pero sí mantenerse en el círculo, o seguir regresando a él hasta que se llegara a un acuerdo y la disputa cambiara de lugar.
[1] Rose Horowich, “The Elite College Students who Can’t Read Books” The Atlantic, October 1, 2024, disponible en red: https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2024/11/the-elite-college-students-who-cant-read-books/679945/
[2] Berta García Faet, El arte de encender las palabras: la dimension conmovedora de la poesía (Valencia: Barlin libros, 2023)
[3] Nathalie Heinich, Le wokisme serait-il un totalitarisme? (Paris: Albin Michel, 2023)
[4] Ana Gallardo, “El fracas de Xochiquetzal” en un post de e-flux del 31 de mayo de 2011 disponible en red: https://aup.e-flux.com/project/ana-gallardo-el-fracaso-de-xochiquetzal/
[5] Franco Berardi, entrevista con Pablo de Llano Neira “We have to abandon the reproduction of the species” El País in English del 30 de diciembre de 2023, disponible en red: https://english.elpais.com/culture/2023-12-30/franco-berardi-philosopher-we-have-to-abandon-the-reproduction-of-the-species.html
Gracias a Elsa-Louise Manceaux y a mis otras interlocutoras que prefirieron no ser nombradas por sus valiosos y generosos comentarios a versiones anteriores de este texto (y con quienes no estuvimos siempre de acuerdo).
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