Ir en contra y no

POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ

Existe un cierto tipo de prácticas artísticas que sólo pueden ocupar el cubo blanco excediéndolo. Los límites del espacio expositivo son en realidad el marco que perfila su naturaleza como obra, porque se trata de piezas que repelen la neutralidad de los museos o galerías y demandan de un contexto específico que los determine y constituya.

“Ir en contra y no”, de Armando Rosales (Cabimas, Venezuela, 1987), es una instalación que sale de la lógica del cubo blanco y ocupa el techo de Bikini Wax, un espacio independiente gestionado por los artistas Cristóbal Gracia, Ramón Izaguirre, José Rodrigo García y Daniel Aguilar Ruvalcaba, que en menos de un lustro se ha convertido en uno de los recintos más atractivos de la escena artística de la Ciudad de México.

Instalar una obra en el techo para nada debe verse como una novedad, por el contrario, “Ir en contra y no” se suma a una genealogía que, por lo menos en la década pasada, interactuó de forma muy activa con las azoteas de museos y galerías de la Ciudad de México. Vale recordar tan sólo las intervenciones en el Museo de Arte Carrillo Gil de Héctor Zamora (“Paracaidista, Av. Revolución 1608 bis”, 2004), Ramiro Chaves (“Proyecto Canadá”, 2006) y Fernando Ortega (“Levitación asistida”, 2008), cuya naturaleza atendía a intereses muy diversos, pero que confluían en un factor común: exceder el cubo blanco.

En otras ocasiones había subido al techo de Bikini Wax, pero hasta que visité “Ir en contra y no” pude observar con detenimiento el lugar. La obra obliga al visitante a tomar consciencia de las características específicas del lugar (tanques negros, piso como techo, muebles como techo…), pero sobre todo revela los peligros que implica dicho espacio. Armando Rosales interviene con su obra los estándares arquitectónicos mediante una transgresión del espacio. Hay un uso del poder sobre la naturaleza de los objetos, literalmente pone las cosas de cabeza, en otro lugar, cumpliendo otra función. El artista ve en esta intervención un gesto político.

 

“Ir en contra y no” se compone de una serie de puertas y un sillón abandonados que el artista recubrió con impermeabilizante, los cuales en una primera mirada se mimetizan con la superficie del techo, pero cuya precaria disposición imponen un peligro inminente, ya que traspasan física o visualmente el borde que da hacia el vacío.

Dicho montaje de las piezas resulta crucial, ya que pone en tensión el simple tránsito del visitante a través de la azotea e incluso llega al extremo de colocar el sillón de frente al vacío, para que la gente se pueda sentar a contemplar la nada.

Si vamos un poco más lejos también es un montaje que permite al público más osado fantasear con tirarse de un segundo piso. Las obras pueden tener el poder de generarnos sentimientos tan primigenios como el miedo.

Con su montaje, Armando Rosales propone una silenciosa y eficiente intervención arquitectónica al desvirtuar la naturaleza del espacio y de los objetos mismos. Los vuelve otra cosa. La azotea se convierte en una sala o en un trampolín al otro mundo. Pero esta transformación también la aplica a su propia obra, ya que sus piezas se someten a un constante deterioro por el uso (los visitantes se suben y pisan las piezas), hasta llegar a su destrucción total el día de la clausura.

Al igual que las puertas y el sillón, Armando Rosales recolectó basura y otros objetos en desuso que encontró en la azotea de Bikini Wax (espacio que además de exhibir obra es casa habitación de seis personas), los cuales reunió y montó dentro del cuarto de azotea que canceló para ser observado únicamente por sus ventanas

El cuarto tiene un sistema de detención de movimiento que activa un mecanismo que anima ligeramente la instalación interior. Me asomé al cuarto y no vi que ocurriera nada, pero al parecer la pieza requería de un poco de paciencia (que yo no tuve) para poder apreciar el movimiento de la instalación. Más allá de su operación mecánica, la ocupación del cuarto de nueva cuenta se ejerce como un acto de poder, ya que el artista cancela el único espacio que podría funcionar como refugio dentro de la azotea.

Armando Rosales se encuentra en México para acudir al Programa Educativo Soma, donde presentó recientemente el proyecto “El nuevo nombre”, una serie de intervenciones a la arquitectura de la escuela que de forma natural dialogan con su proyecto en Bikini Wax.

En principio los dos proyectos se activan a partir de llamar la atención sobre ciertos rasgos de la arquitectura del lugar que previamente pasaban desapercibidos. Pero la operación crucial se da cuando cambian ciertas condiciones dentro de la dinámica del espacio.

Si en Bikini Wax Armando Rosales volvió las puertas y el sillón en parte del piso/techo, en Soma conectó la sala central con los baños, a través de un hueco que hizo en el muro y que funciona como marco de los rostros de las personas que se lavan las manos. El pequeño momento de intimidad que ofrecen los lavabos al momento del aseo se convierte en un instante de exposición. De nueva cuenta el público se ve afectado por la acción del artista, lo coloca del otro lado, lo exhibe.

El silencioso abuso del espacio marca la producción del artista venezolano o, por lo menos, eso ha definido su exhibición pública desde su arribo a la escena mexicana.

 

“Ir en contra y no”, de Armando Rosales, se exhibe en Bikini Wax (Benjamin Franklin 20, interior 2, colonia Escandón) del 25 de julio al 23 de agosto de 2015.

 

Texto publicado el 19 de agosto de 2015 en el blog Cubo Blanco del periódico Excélsior.