Francis Alÿs. Juegos de niñxs

 

Por Edgar Alejandro Hernández

 

1. La exposición Juegos de niñxs, 1999-2022, de Francis Alÿs (Amberes, 1959), me recordó una entrevista que le hice al artista belga hace una década. En dicha plática hablamos de aquello que perfilaba su proceso creativo y surgió un tema que actualmente adquieren relevancia: su trabajo a partir de series en las que repite el mismo gesto en diferentes lugares.

Poner atención a este tema resulta hoy pertinente para valorar la vigencia de la muestra que presenta en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), luego de exhibirse con otras versiones en espacios como el Pabellón Nacional de Bélgica en la 59 Bienal de Venecia.  

Como su nombre lo indica, Juegos de niñxs reúne la documentación que el artista ha realizado desde 1999 de los juegos que tradicionalmente los infantes practican en las calles de todo el mundo. Se presentan 27 videos y dos pinturas que se suman a un archivo en curso de prácticas urbanas que la modernización va desterrando de la vida cotidiana y que, en palabras del curador Cuauhtémoc Medina, “son una cultura subterránea en peligro de extinción que unía generaciones y cruzaba fronteras”.

Por encima del argumento de la exposición, quiero llamar la atención sobre el volumen de obra, 27 videos que reiteradamente y con una mirada más antropológica que artística registran el mismo número de juegos infantiles de diferentes partes del mundo.

A diferencia de las exposiciones monográficas que Alÿs había presentado en la Ciudad de México, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso en 2006 y en el Museo Tamayo en 2015, donde se reunió una selección de diferentes proyectos, la muestra del MUAC se concentra en una sola serie que abarca dos décadas y que tiene como escenario ciudades de Afganistán, Congo, Suiza, Bélgica, México, Hong Kong, Irak, Nepal, Venezuela, Jordania, Francia y Marruecos.

Es justo este tema lo que me regresa a aquella plática de 2013, donde el artista explicaba que sus series se han desarrollado de forma natural, en el sentido de que crean una narrativa más amplia que puede ir añadiendo episodios. En aquel momento hablábamos de piezas como El colector, pero el principio claramente se repite con Juego de niñxs.

“Mientras siento que la narrativa no está completa, mientras haya huecos, puedo seguir, pero es una duda que tengo constantemente. ¿Hasta dónde puedo jalar las cosas? Sin darte cuenta abres un tipo de narración y, según qué tan rica sea, puede llegar a un punto sin tener que repetirte. Ahora bien, de manera formal no se van a repetir, pero en el contenido se pueden repetir fácilmente. Es una ventaja tener un ojo crítico sobre lo que haces, porque si te equivocas o te repites lo vas a saber. Calculo que el tiempo que transcurre entre que exhibes algo y obtienes la crítica real es como de ocho a 10 meses. En una de esas me doy cuenta de que estoy empezando a repetir y en ese caso ojalá haya alguien que me diga ‘ya cállate, te estás repitiendo’. Lo digo en serio, lo agradecería en verdad”.

2. En el caso de Juego de niñxs la reiteración del proyecto es lo que lo vuelve eficiente, en el sentido de que uno a uno los videos van llenando huecos o cubriendo problemas que en la forma o en el tema podrían acentuarse. Pienso en cómo la colectividad es lo que permite ver que estos juegos ocurren en contextos cargados política y económicamente para mostrar una vez más el fracaso de la modernidad a escala global. También es el volumen de videos lo que salva al artista de simplificar su obra dentro de un proceso de exotización de la pobreza, que se podría criticar desde su condición de privilegio como hombre blanco europeo. Si bien es cierto que la mayor parte de los videos fueron grabados en lugares con una pobreza extrema o en guerra, al final la diversidad es lo que se vuelve relevante dentro de ese laberinto de imágenes y sonidos infantiles.   

Es también en la repetición que uno puede trascender ese embelesamiento que naturalmente provocan los niños al ponerlos frente a una cámara. Su ingenio, ternura, paciencia, crueldad, empatía, energía, imaginación y alegría se convierten en un primer frente difícil de traspasar, pero, si se mira con detenimiento, los juegos infantiles no se pueden consumir únicamente como representación del lado bello de la realidad, sino que se vuelven constitutivos del lugar donde ocurren, al mismo tiempo que muestran su universalidad.

Sobran ejemplos de cómo estos videos nos enfrentan en un mismo espacio tiempo con lo peor y lo mejor de la humanidad, pero me concentraré en dos obras que son al mismo tiempo trágicas y bellas. 

En Juegos de niños #29: La rueda un grupo de niños de Congo se suman a la laboriosa empresa de subir un neumático de auto usado a la cima de una montaña de escoria, para luego introducirse en el mismo y rodar a toda velocidad por la pronunciada pendiente.   

La perenne sonrisa del infante sumada al vértigo de la cámara dando vuelta a toda velocidad con el niño a cuadro ofrece una emocionante postal que conmueve por el ingenio, valor, pericia y arrojo del menor que, casualmente, es el más pequeño de los cuatro niños que aparecen en el video.

Pero hay que decir que lo más interesante del video está por fuera del juego, ya que todo ocurre en un vertedero de desechos tóxicos de una antigua mina de cobalto. La imponente concentración de escoria es un monstruoso recordatorio de que, para alcanzar dichas dimensiones, tuvieron que pasar décadas de explotación minera en la zona, con la consiguiente pérdida de miles de vidas de trabajadores, sin mencionar el expolio de cantidades industriales de recursos naturales, fundamentalmente del agua, que es crucial para cualquier proceso de extracción minera.

A diferencia de una formación montañosa natural, el cerro desde el cual sale volado este niño tiene un tono negro y ligeramente brillante, características claramente reconocibles de la escoria por su alta concentración de plomo. Al conectar el alegre juego infantil con esta realidad podemos saber que la historia no tiene un final feliz. Esos niños muy probablemente padecerán enfermedades renales y cancerígenas por la exposición continua a estos metales pesados que, al introducirse en la sangre, pueden también provocar problemas graves de desnutrición o deficiencias cognitivas. Llama la atención que la cédula que acompaña la obra sólo sugiera tangencialmente que esos niños arriesgan su vida al exponerse diariamente a la escoria.

En Juegos de niños #19: Haram Football la ecuación entre juego infantil y peligro es ejemplar, ya que todo ocurre bajo un ambiente de fin de la guerra en Irak, cuando la ciudad de Mosul vive sus primeros días de liberación y los niños pueden volver, por momentos, al espacio público. El video presenta a una docena de niños y adolescentes que se reúnen en la polvorienta y semidestruida avenida para jugar una cascarita de futbol. Si lo pensamos desde México, la imagen es bastante común, ya que aquí el juego también se logra satisfactoriamente en condiciones de total precariedad. La ausencia de balón en muchos casos se suple con un bote de plástico lleno de basura y la portería se sustituye sin problemas con el registro de una coladera en la acera.

Como su nombre lo indica, el diferencial que resulta crucial en el caso de los niños de Mosul es justamente el haram (pecado), ya que la carencia de balón está marcada no sólo por su precariedad, sino por una ideología. En el video se informa que en enero de 2015 un grupo armado yihadista ejecutó públicamente a 13 adolescentes acusados de ver un partido de futbol entre Irak y Jordania.

Teniendo en la mente que el futbol es pecado, la escena de los niños jugando se vuelve un gesto político, ya que el juego se convierte en realidad en una coreografía donde todos concuerdan y la representación forzada por su prohibición permite que puedan jugar sin balón. El portero extiende su brazo para lanzar con vigor una imaginaria pelota que luego es recibida con maestría por otro de sus compañeros, para luego fintar a su contrincante, dar un pase y anotar con pericia un fantasmal gol. La acción es celebrada con aplausos por todos los niños y jóvenes, quienes en su mayoría portan playeras de equipos de futbol europeos fácilmente reconocibles, aun cuando muchas tienen arrancadas el logotipo que los identifica. Irónicamente, este gesto nos recuerda que la ropa siempre ha contenido simbólicamente algún tipo de pecado.

3. Es importante decir que Juegos de niños #29: La rueda y Juegos de niños #19: Haram Football son videos que se exhiben separados y no se mezclan en la sala principal que reúne en forma de laberinto los 25 videos restantes. Si bien puede resultar controversial el montaje, en el sentido de que se pierde en muchos casos el meticuloso trabajo de audio que tiene cada pieza, la realidad es que esta decisión representa uno de los mayores aciertos de la exposición, ya que el golpe auditivo que provoca el ruido de decenas de niños jugando es de las experiencias más definitorias de la exposición, al introducirte, sin previa alerta, en ese vigoroso y caótico mundo infantil.

Tomando como referencia la documentación disponible en internet de las anteriores versiones de la exposición, no cabe duda de que este montaje puede considerarse un riesgo que tomó la curaduría para marcar distancia de las versiones previas. Ahora bien, este gesto no es menor si se piensa en todas las negociaciones que conlleva el mostrar con cierta dosis de caos la obra de un artista cuyo éxito sigue teniendo desde la crítica, pero sobre todo, desde el mercado.

Partiendo de la plática que tuvimos hace 10 años, no dudo en que para Alÿs estas negociaciones son relevantes, o al menos así lo eran: “La inmensa libertad que tenía hace 20 años (30 años ahora) cuando a nadie le importaba lo que hacía ya no la tengo. Es un más y un menos. Un más en el sentido de que tengo un público y no estoy sólo encerrado en mi estudio, pero sí me quita una cierta espontaneidad, por más que pueda decir ‘me vale’”.

  La exposición Juegos de niñxs, 1999-2022, de Francis Alÿs, se presenta en el Museo Universitario Arte Contemporáneo del 11 de febrero al 17 de septiembre de 2023.