Llanos, el villano del video
Por Luis Francisco Pérez Redondo*
Hay críticas y comentarios sobre determinadas obras o muestras de arte que se hace imprescindible pensar antes detenidamente aquello que se quiere decir o dejar por escrito. No necesariamente por la complejidad de lo expuesto, o por la dificultad de trasladar a la palabra la creativa “violencia” de una producción artística que no se deja fácilmente “reducir” a una semántica comprensible, o a una simpática “interpretación”.
Ese meditar antes lo que se quiere manifestar se impone como preventiva defensa ante una clase de obra, o de “hacer artístico”, que no siempre es lo que parece en su aparente facilismo expresivo. De ahí que si optamos por un comentario de lo observado ciñéndonos a la escala 1:1 el comentario corre el riesgo, y con la mejor de las intenciones, de ser una banal aproximación a un trabajo que quizás estaba demandando un análisis teórico que pudiera acompañar de una manera “otra” las inteligentes extravagancias que el artista nos ofrece. Ello me ha sucedido con la muestra del creador mexicano Fernando Llanos (Ciudad de México, 1974) en la Freijo Gallery de Madrid, durante las mismas fechas que el Instituto de México en España ofrecía otra exposición del artista con obras realizadas en la aragonesa Calanda (en efecto, donde nació Luis Buñuel) en colaboración con el artista holandés Dick Verdult.
Con el cinematográfico título (voluntaria y humorísticamente “antiguo”) de “Llanos… el villano del video” el artista nos recibe al entrar en la galería con una diseminación profesional, pero sobre todo pasional, de los numerosos intereses y disciplinas artísticas en los que ha basado su hacer creativo durante los últimos quince años: videos profesionales y doméstico/sentimentales, dibujos con grafito líquido y tinta fosforescente con luz ultravioleta, acuarelas y tintas sobre papel; objetos, o dibujos inclasificables, realizados en hoja de oro y petróleo sobre madera, como así comprobamos en los magníficos retratos Pedro vestido de nazi y Adolfo vestido de charro. Pedro no es otro que el gran crooner o cantante mexicano Pedro Infante y Adolfo es el austriaco Hitler.
Esta voluptuosa promiscuidad en cuanto a disciplinas, estilos y materiales, es solo la parte de un todo mucho más amplio y sobre todo participativo: cursos, documentalismo, seminarios y congresos, y por último, si bien no menos importante, la demostración de que también es un escritor muy dotado por la singularidad de su “narrativa” –acabo de leer su Matria, su “novela” biográfica familiar que no lo es siéndolo; origen (o final: tanto da) de una película por él realizada. En definitiva, estamos ante una personalidad creadora que con noble ironía bien podemos calificar como de “renacentista”. Solo le falta ser arquitecto, si es que de alguna manera no lo fue cuando en Costa Rica, junto a veinte alumnos de un curso, realizó el dibujo de un perímetro a un volcán costarricense.
Luego de haber intentado explicar las características (con las lógicas dificultades que conlleva lo que no fue creado para ser “descrito”), se impone analizar el trabajo de Fernando Llanos desde el escondido sustrato (o bajo fondo intelectual), que, como la parte no visible de un iceberg, es en realidad el voluminoso elemento estructurador que sostiene el hacer, y el “decir” del artista. Por ejemplo: ¿estamos ante una obra valiente y decididamente “nacionalista”, incluso aceptando la innegable crítica económica, política y social, que para el artista es inseparable de una “mexicanidad” festivamente expresada con mucho humor, pero sobre todo con orgullo y honestidad? Lo puedo expresar de otra manera: ¿Cuánto hay de crítica (en forma de respuesta creativa) en la obra de este artista a esa gran parte del arte mexicano que no ha merecido los favores (locales y neoyorquinos) para ser expuesta internacionalmente como “arte mexicano”, como así ocurre con los elegidos para esa función? ¿Cuánto hay de inteligente programa en “responder” a esos elegidos con la locura y sinrazón de una mexicanidad que nada tiene que ver con los gélidos juegos conceptuales de ese otro arte mexicano tan ponderado y predicado desde los centros justicieros del arte contemporáneo mundial? Ni qué decir tiene que yo considero esta respuesta creativa tan sofisticada y conceptual como pudiera ser una fotografía de un charco de agua en la calle, un triste balón desinflado o el chasis de un auto Volkswagen desintegrado y desestructurado en todas y cada una de sus partes.
Digamos que hay muchas formas de entender la mexicanidad, aunque algunas de tan crípticas y cosmopolitas nadie lo diría. Otra cosa es la honestidad artística con que se muestra ese reflejo o espejo de lo mexicano. Soy muy consciente, por otra parte, que un artista del siglo XXI es más del siglo al que pertenece que del país donde ha nacido, pero la aprobación de esta realidad es precisamente la que nos “obliga” a realizarnos según qué preguntas (incómodas).
Estoy plenamente de acuerdo con Manuel G. Freijo, curador de la muestra y autor del buen texto del catálogo, cuando afirma que la obra de Fernando Llanos “es tal vez una denuncia al mercantilismo fetichista que rodea la iconografía de nuestra cultura popular, lo que intenta denunciar el artista”. Sin duda, y como personalmente creo, especialmente cuando en este trabajo se manifiesta una muy inteligente y sutil fetichización (muy crítica, sin duda) no tanto de su calidad mercantilista que también, como de la manera en que se “lee” o se reinscribe, la figura del artista latinoamericano.
De ahí, que el trabajo de Fernando Llanos posea, humorísticamente y con agilidad mental, una cualidad homeopática: asesinar a ese cuestionable fetichismo con más fetichismo, al virus con más virus, al folclore con más folclore. En un bucle inacabable de este videoman, como le gusta definirse en el continuo ejercicio de artista de video callejero (street-video-artist) en la gozosa apropiación (u ocultamiento) y reapropiación de lo que es suyo y de lo que también es suyo: México y el mundo. Una muestra que por su “rareza”, frescura, inteligencia, humor y divertimento, recomiendo con la misma pasión con que me tomo un excelente tequila reposado.
“Llanos... el villano del video” se exhibe en Freijo Gallery, Madrid, España, del 12 de enero al 4 de marzo de 2017.
*Curador y y crítico de arte independiente. Desde principios de los años ochenta ha colaborado con todas las revistas de arte contemporáneo españolas, así como en otros medios europeos y latinoamericanos. Ha participado en conferencias, catálogos, jurados, mesas redondas, debates en prensa, etcétera. Asiduo colaborador en Salón Kritik, es uno de los críticos referente en el panorama de arte contemporáneo español.
Texto publicado el 1 de febrero de 2017 en el blog Cubo Blanco del periódico Excélsior.