Institucionalización de la música contemporánea en México*

Por Victoria Amaro

Si bien el arte contemporáneo lucha siempre por encontrar su lugar en el quehacer artístico, es en el campo musical, lugar especialmente proclive a la reproducción y programación de fórmulas ya comprobadas del repertorio más tradicional, en donde esta lucha puede resultar todavía más compleja. Dicho problema puede incluso verse acentuado en el contexto de las instituciones que apoyan y respaldan la creación contemporánea.

Hace poco escuché que los músicos no hablamos de música sino que hablamos de la práctica musical. Particularmente añadiría que la mayoría de músicos tampoco leemos sobre música y, lo más importante y en sentido estricto, no hacemos música. Los músicos reproducimos o tratamos de traducir un texto escrito que, aunque podamos entenderlo e incluso comunicarlo, pocos pueden leerlo. La música ya está hecha cuando llega a las manos del intérprete, con las excepciones de la música improvisada o aquella de tradición oral por citar algunos contados ejemplos, pero si nos referimos a la mayor parte de la creación de música académica, ya sea acústica o electrónica, todo está ya escrito en una hoja de papel o contenido dentro de un archivo

Móvil II (1969/72), de Manuel Enríquez.

Es cierto que podemos imprimir un poco de nosotros en aquello que reproducimos como intérpretes, creando nuestro propio estilo interpretativo sobre las normas que los periodos pudieran marcar. Igualmente se suele admitir que mientras más nos alejamos de la formación tradicional más cercanos nos encontramos a la creación. En concreto, el resultado pedagógico musical en México (salvo contados casos y por supuesto musicólogos y compositores) suele estar dirigida más a la formación de músicos que parecieran historiadores escasamente informados y arqueólogos de la tradición que a creadores o a investigadores musicales.

“Zapatero a sus zapatos”. Si bien, no todos hemos sido educados para la creación y en realidad los años de formación básica de un músico no son suficientes para proporcionar la información y las herramientas necesarias para construir una buena interpretación, existe una marcada tendencia a lograr versiones promedio. Hay pocos maestros que se comprometan con detalles imprescindibles referentes a estilos y escuelas. Existe igualmente una falta de documentación por parte del alumno, a quien parece no importarle lo que presuntamente le da la vida. La responsabilidad parte de ambas direcciones. He tenido la oportunidad de estudiar esta carrera desde varias trincheras, primero como instrumentista, posteriormente como cantante y, más recientemente, dentro de una cátedra de composición, derivado esto de mi genuino interés por especializarme en el nuevo repertorio. Qué carreras tan diferentes. Son por lo menos dos mundos que medianamente se llegan a encontrar en aquellos ángulos inevitables y troncos comunes pero que simplemente habitan secciones de un todo ajenas entre sí. Evidentemente el único lugar en donde se habla realmente de creación y de música nueva es en el área de composición, donde el enfoque se sitúa en la segunda mitad del siglo XX y, por supuesto, en el hoy, sin dejar de lado legados y fórmulas que la historia de la música nos aporta. Tan importante para la creación actual es el trabajo de Monteverdi como el de Schoenberg. Las otras carreras, por su parte, llegan al siglo XX sólo en algunos momentos y cuando así ocurre suele deberse a las iniciativas particulares de los alumnos o de los pocos maestros que cuentan con una visión más amplia del repertorio.

“No hay mal que por bien no venga”. Ventaja o no, el hecho de ser mayor el número de intérpretes que de creadores, confiere a estos últimos la posibilidad de tener una mayor visualización así como un más amplio catálogo de opciones para la realización de su obra. Por otra parte, los intérpretes pueden descubrir este nuevo mundo de una manera más fresca y auténtica, siempre y cuando no tengan maestros que les insistan en que la creación contemporánea no se trata más que de ruidos y efectos puesto que la verdadera música ya ha sido escrita. A finales del siglo pasado resultaba evidente la necesidad de contar con intérpretes especializados en música contemporánea al igual que con los espacios idóneos para la reproducción de las nuevas obras. Salvo varios intentos loables y en su mayoría independientes no fue hasta 1979, fecha en la que se celebró la primera edición del “Foro Internacional de Música Nueva Manuel Enríquez” (FIMNME), antes “Foro internacional de la Música Nueva”, que se comienza a transitar por un camino más sólido que posibilitó un espacio para estrenar, difundir e impulsar la nueva música en el país. Este foro, fundado por el violinista y compositor Manuel Enríquez (1926-1994), pasó a formar parte de la Dirección de Música de Bellas Artes en 1985 y, desde entonces, se ha celebrado de manera ininterrumpida hasta nuestros días.

Manuel Enríquez (1926-1994).

“El que es perico donde quiera es verde”. Posteriormente a este primer intento de institucionalización de la música nueva en el país, habríamos de esperar hasta bien entrado el nuevo siglo para encontrar dos plataformas institucionales que abrirían paso al nuevo repertorio. En el año 2006 se crea el Centro Mexicano para la Música y Artes Sonoras (CMAAS) y en 2012 aparece el Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea (CEPROMUSIC). Desde su llegada a la escena musical del país ambos proyectos abren una ventana a la realidad de la creación contemporánea: la música requiere ser creada para posteriormente ser interpretada con los mejores y más especializados sistemas de reproducción interpretativa. La crítica a estas instituciones no se hizo esperar. La oposición a dichos proyectos partía siempre de posturas cercanas a un falso y mal logrado neonacionalismo, plagios de un nacionalismo mal logrado o, en su defecto, de la imitación de procesos compositivos funcionales que buscan formar una suerte de collage de efectos y técnicas extendidas.

“A México le sobra talento”. Vale la pena mencionar aquí que siempre han existido proyectos independientes que han procurado espacios para la música nueva como lo son el Cuarteto Latinoamericano, Ónix y Liminar, entre otros. Igualmente debemos referir a instrumentistas y artistas individuales que están comprometidos no sólo con la interpretación sino también en la formación de las nuevas generaciones de intérpretes y que aportan una visión amplia de la música y de sus procesos actuales: Wilfrido Terrazas, Teresa Navarro o Alexander Bruck, son algunos ejemplos.

Hoy en día podemos descubrir un cambio lento pero sostenido en la programación de compañías y orquestas sinfónicas. Poco a poco van abriéndose paso en sus repertorios obras que ya forman parte del canon contemporáneo al igual que obras comisionadas de compositores y compositoras vivos, permitiendo así disfrutar al público de lenguajes frescos y propositivos, incluso de expresiones más cercanas a las reales. Un ejemplo claro de esta proximidad lo encontramos en la ópera “Wozzeck” del compositor austríaco Alban Berg.

Parte de ello debemos agradecerlo a los recientes ensambles que se han formado en las escuelas de música del país como lo son el Conservatorio Nacional de Música y la Escuela Superior de Música del INBAL que permiten espacios para que los jóvenes músicos puedan experimentar técnicas y producción de sonido distintos a los de la técnica tradicional.

Quiero aclarar que no propongo que en ningún momento se deje de hacer Mozart ni ninguna de las obras y compositores que ya todos conocemos y gozamos. Simplemente es mi deseo lanzar la siguiente pregunta: si los músicos crecen ajenos a la vanguardia y a las nuevas propuestas, ¿cómo pretendemos que la música evolucione? y, más aún, ¿cómo pretendemos mantener el público o incluso crear nuevo en nuestras salas si nosotros mismos no valoramos el trabajo de nuestros contemporáneos? Preguntas cuyas respuestas quizás nos ayuden a descubrir de qué manera es posible dejar un legado musical y cuestionarnos a la vez cómo pretendemos que continúe la creación musical en México.

Bibliografía

https://elsemanario.com/vida-y-cultura/canto-del-cenzontle/

https://cmmas.org/es

https://cepromusic.inba.gob.mx/

https://www.gob.mx/cultura/prensa/inicio-el-xxxvii-foro-internacional-de-musica-nueva-manuel-enriquez

https://bibliotecadelasart.wixsite.com/manuelenriquez/musico-compositor

* Texto producido dentro del seminario Los dosmiles. La institucionalización del arte contemporáneo en México, impartido del 24 de septiembre al 12 de noviembre de 2020 por Edgar Alejandro Hernández, dentro de Campus Expandido MUAC/UNAM.