Hacia un arte vitalista: en contrasentido a la era de la acumulación de imágenes por desposesión

 Por Jazael Olguín Zapata


Plantear que el imperio de las imágenes ha desbordado –e inclusive vuelto irrelevante– la experiencia estética cuyo refugio histórico sería aquel del campo del arte y sus instituciones resulta poco novedoso, si aceptamos que como lo repite Ready-image: por una nueva relación crítica de las imágenes y el arte contemporáneo (Exit, 2024), de Daniel Monteroesta genealogía crítica –que apunta  a cómo las imágenes han reemplazado a lo real, producto de la  posmodernidad– ya viene sucediendo desde entrados los años ochenta (Lipovetsky, Baudrillard, Virilio). Sugiero que para engrosar el canon crítico que resume el autor en su nuevo libro, habría que mencionar en esa misma línea  a las vanguardias del siglo XX: del Dadá al Situacionismo, por nombrar eurocentricamente algunos movimientos artísticos/políticos cuya tarea ha sido criticar las condiciones relacionales entre imagen, arte y sociedad.  

En todo caso, el libro resulta útil para aprovechar sus capítulos como recordatorio de algunas claves didácticas consecuentes con esa línea de pensamiento. ¿Qué pasa hoy en día en relación a la puesta en escena de las subjetividades-imágenes en red y cómo esto impacta la producción, circulación y discusión sobre arte contemporáneo, situado en el contexto necro-mexicano-global actual? Una pregunta que podría sintetizar una serie de aportaciones críticas y nutricias para sus lectorx. Por otro lado, ¿esa puesta en escena no es a caso una autorrepresentación espectacular destinada a alimentar la duplicación digital del mundo para llenar el vacío que crece dentro de unx mismx?

La naturaleza humana es el conjunto de las relaciones sociales que nos constituyen. ¿La fiebre de autorrepresentación online expresaría nuestra necesidad de reconocimiento en un mundo que nos atomiza?

Para desglosar algunos puntos críticos de la lectura de Ready-image, comienzo por una –aparente– obviedad,  útil para hilar mis argumentos. El fortalecimiento de la vida en red (social) explotó desde  que la emergencia global por la pandemia covid-19  aparece en 2019 y  se viraliza  exponencialmente en todos los rincones del planeta para inicio del 2020, empapando casi todo resquicio de “la esfera pública”, quedando a consecuencia de este  shock global lo público a merced de las totalizantes plataformas privativas de interacción social ¿De qué manera se explícita este fenómeno? Por ejemplo, a través de la sistematización de clases y cursos educativos de todo tipo vía la plataforma zoom, o el boom de la ventana hyper-subjetiva del Instagram cómo escaparate de las  vidas cotidianas de sus usuarios. Esto deviene en la instauración de la distancia social y entonces, de la necesidad de renegociar  toda interacción social a través de redes digitales, hasta institucionalizarse. Twitter(X), Facebook o IG son en ese momento históricamente coronadas cómo indispensables para la circulación de imágenes y/o arte, venta y comercio de todo tipo de productos y personas (máscaras siguiendo a Carl Jung) en una vertiginosa aceleración de la necesidad diseñada para tener acceso a la visibilidad, condición que ya  parece estar  impuesta como obligación existencial, sobre todo para quienes  trabajan/participan dentro de las llamadas industrias creativas y sus tentáculos omnipresentes. [1]

Es fundamental generar conciencia colectiva de que una nueva acumulación ( del capital) por desposesión originaria se está llevando a cabo 24-7 a través de la extracción de DATA (información personal, imágenes de todo tipo, estilos de consumo por medio de la algoritmización).  El concepto-herramienta propia de la  teoría crítica revaluada en presente es indispensable para que se logre desmenuzar y/o profundizar en las consecuencias ineludibles que dicho proceso  tiene y tendrá en el presente y futuro próximo, y así poder llegar a tocar base con las implicaciones de este nuevo ciclo de acumulación realmente, materialmente implica. Siguiendo la teoría clásica materialista, el capitalismo sería imposible de imaginar sin la acumulación del trabajo esclavo y el comercio transatlántico de personas, el saqueo del planeta tierra (colonialismo-imperialismo), así como de la marginación de las mujeres al trabajo doméstico o la hoguera desde que dicho proceso histórico se desata en siglo XVI hasta la fecha.  Hoy en día, a consecuencia de este proceso, todo el trabajo que gratuitamente –y que a todas horas subimos a la red simultáneamente ( el cual almacenamos, compartimos, archivamos o “guardamos” dentro de plataformas corporativas y privadas, y que  parecerían ser prácticas  incuestionables para la generación del trabajo cognitivo virtual-global)– reestructuran el consumo y reproducción del sistema-mundo-en-red. Esta práctica extractiva por despojo está inaugurando una nueva era de acumulación del capital de una manera ciertamente cruel: la esclavitud de las clases medias y proletarias, de los grupos sociales marginales que necesitan-desean la interacción con dichas plataformas es producida sin que aparentemente ningún agente opresivo nos obligue a hacerlo, aún cuando las “políticas de comunidad(sic)” de dichas plataformas cada vez sean más limitantes y engañosas. Por otro lado, sus consecuencias nefastas en nuestros hábitos vitales, en la salud física y mental, de pronto parecerían también ser irreversibles.

Esto es a lo que me refiero por la i-lógica de las redes, que repito, se encuentran cifradas en términos de un medio de producción (de mercancías, de relaciones) capitalistas, y que al ser traducida a la realidad ( de lo que sea que quede “vivo”) de la esfera pública y su sociabilidad –incluído el mundo del arte– extrae todo el valor posible , genera desposesión en quienes la utilizan (nos roba tiempo, tal vez el "recurso" más importante que tenemos) y distorsiona nuestro estar-en-el-mundo, todo esto a beneficio de la ganancia. ¿Ganancia para quienes?  Me atrevo a decir que ni siquiera lo es para lxs influencers o trendsetters.  Genera grandes ganancias, cómo lo haría cualquier monopolio capitalista, para los dueños de los mismos medios de producción; CEOs, innovadores de tecnología y pocos más de dicho puñado pertenecientes a esta  casta tecnodivina.

 El proyecto crítico del situacionismo en el cual se establecen los criterios para determinar el por qué, desde mediados del siglo XX, se vive en una “sociedad del espectáculo”, no solo se ha mostrado veraz, sino que de forma acelerada se ha reinventado y reforzado, ya que a pocos incrédulos o cínicos les cabría duda de que es necesario “aparecer” online y performancearse en una o varias cuentas ya sea de IG, FB, TikTok, para así Ser y Estar (visible en red)  y por lo tanto Valer. La máxima de Foucault (vigilar y castigar)  también se encuentra superada hace mucho, ya que no es –aparentemente– necesario ni un panóptico ni una clase policiaca, nos auto vigilamos: encarnamos a los sistemas de dominación con nuestras formas de operar en red y por lo tanto nos auto-castigamos unxs a otrxs entre usuarixs. La escalada en enfermedades mentales, de los suicidios no tendrían por qué sorprendernos en su brutal ascenso. Así pues, imagen e identidad,  realidad e identidad en red han llegado hoy en día a un lugar por completo sofocante y de hecho altamente perturbador por su carácter distópico y aplanador. Acompañando a las masacrantes  minas de coltán, litio y demás minerales indispensables para hacer celulares, iPhones, Teslas, en términos metafóricos, el latifundio es deseado y nuestro peonaje cómo siervxs /adictxs de este nuevo proceso de acumulación en red es voluntaria, sin duda alguna, cómo cualquier droga legal o ilegal, cuyo consumo está  compulsivamente destinado a la autodestrucción.

Por lo tanto, liberarse radicalmente necesitaría ser al estilo del  cimarronaje, la destrucción del medio de producción del insumisx luddita, o del trabajadorx anarcosindicalista que se auto organiza, o bien, implicaría  la sinuosa rehabilitación a las adicciones, que requiere de todo tipo de elaboración de procesos terapéuticos, recursos médicos, reflexiones políticas y espirituales colectivas, ejercicios físicos, y una larga lista de esfuerzos y sacrificios (transformaciones). Esto no es ni lineal, ni rápido, y difiere intrínsecamente del doom scroll (de arriba hacia abajo), del swipe (derecha, izquierda)  o de pseudo fórmulas propuestas a través de  videos instas de gurúes y charlatanes con recetas inmediatistas. Es decir, transformarse requiere tiempo, ¿quiénes imaginan o bien luchan y se organizan por abrir espacio a un tiempo no-mercantilizado?

Presentación del libro Ready-image: por una nueva relación crítica de las imágenes y el arte contemporáneo, en Exit La Librería el 7 de febrero de 2025.

Coincido con Montero en  qué nos hemos convertido en voluntarios sujetxs  sometidxs a nuestra propia imagen-máscara y la de otrxs, las cuales  reproducimos y vigilamos  día a día a través de auto narrativas fragmentadas y dispensables, ( las historias, oh ironía, duran en IG un día, por lo cual la posibilidad de una memoria sana comienza también a degenerar  o atrofiarse). Lo que vivimos en el “ahora” en este “continuum” es la dictadura de la espectaduría. De la línea de producción al flujo continuo de trabajo abstracto y procrastinación. Incluso las fábricas victorianas tenían alguna clase de descanso. Ya hace muchas décadas que “los grandes negocios y su tecnología omnipresente” tomaron posesión “del mundo y su imaginación”. Nos ahogamos en un flujo continuo de letargo-diversión, ruido informativo y esclavitudes salariales.

Los estilos de vida  mainstream son diseñados por compañías y techlords de Silicon Valley, no por comunidades autónomas o grupos democráticos de base. Es por esto que me atrevo a afirmar  que la era del internet –como campo revolucionario y utópico– ha muerto. Su doble continúa, pero solo como simulacro. En realidad se ha convertido en un feudo-campo de trabajo forzado/neofábrica sin hora de salida, que no necesita de otra herramienta de dominación más que nuestra propia subordinación individual y cotidiana al también maldito hábito de “estar online” que nos cuesta rentas y cuya materialidad no es “nebulosa” ni “etérea”. A esto me refiero con desbordar el libro de Montero,  y es que sabemos que la forma en la que servidores, tecnologías y servicios comerciales de  internet operan contribuye a la inminente catástrofe planetaria en la cual nos encontramos. Es decir, su materialidad no solo “afecta como imagen”, sino que dicha materialidad, literal, aporta a destruir el mundo.

Bajo este proceso dialéctico, en el cual la persona se autoproduce de forma incesante, y que está a merced de reacciones, likes, vistas y demás, se vuelca la subjetividad en un proceso angustioso de autoafirmación, que a la vez la niega (a la subjetividad) y le niega irónicamente la posibilidad de desarrollarse como ser/social: al ser la pantalla una obvia mediación de las relaciones sociales, la empatía se desdibuja, se aplana o de plano, desaparece. La empatía como capacidad y potencia humana ha sido crucial en el desarrollo de una sociabilidad crítica, afectiva, profunda, misma que  se encuentra en jaque mate principalmente porque se distorsiona la capacidad de negociar con la diferencia. A su vez se “oculta” la materialidad de las imágenes y se propone cómo “materia” (que también lo es) y presenta a  su doble, a su simulacro (a “la imagen por la imagen misma”) como única y verdadera.

 Esto  parece una condición actual  sumamente difícil de confrontar. Resulta hasta loco plantear o elaborar-imaginar una forma de escapar a la ruina de convertirnos en mercancías-imagenes desechables. Pero esto es indispensable. Dentro de la i/lógica de las redes (anti) sociales la empatía se amaña debido a la inmediatez, el aceleracionismo propio del consumo y la inabarcable circulación de la información-pixel. El  drama más astuto al que se orilla a lxs consumidores-usuarixs es a quebrantar la capacidad háptica,  y por lo tanto, desechar la potencia del  “dejarse sentir” por él-la otrxs; y subsume la experiencia vital del estar humanx,  que implica el poder atravesarnos el alma o conmovernos unxs a otrxs. La capacidad empática en pleno siglo XXI está en entredicho, de no ser que contingentemente, pausadamente, imaginemos una fuga tanto individual como colectiva a este infierno en la tierra digital. Una aclaración: no buscaría reforzar la idea de que  “estamos dejando de ser humanxs”, como tal vez algunxs personajes  les gustaría creer, para así poder sentirse cómodos con las narrativas cyborg-facho o primitivas-facho que las teorías de la conspiración o la tecno-aceleración también diseminan, sino que la humanidad y el humanismo, como lugares de resistencia de lo humano y no-humano frente a las máquinas de dominación trans-históricas, se encuentran en serios peligros. Y entonces, ¿qué tendría que ver el arte –actual o contemporáneo– en todo esto?


Ni anacrónico ni contemporáneo: notas hacia un arte vitalista 

Tomando como punto de partida la presentación del libro de Daniel Montero, donde afirmó que “ ya no hay salida a la condición actual donde la crítica parece incapaz de contestar las lógicas de opinión o reacción que ordenan la interacción en redes sociales”, quisiera contraponer dicha enunciación hacia la propuesta de que ninguna totalización es del todo –valga la redundancia– total: el simple hecho de afirmarlo auto-destruye la declarativa, ya que, dialécticamente, esto necesariamente desataría puntos de inflexión, y abre la puerta a la potencia de la negatividad inmanente. Por proponer un debraye: desde Sumeria a la Judea Romana, del Apartheid Surafricano a la era Mu$k-Trump: todo sistema que se autoproclama “total” no lo ha sido bajo la lógica dialéctica. Siempre frente a cualquier Imperio –aunque no estén a la vista de los académicos– se dibujan sus contracontornos y alteridades, subversiones, revoluciones; sean éticas, artísticas, políticas o propiamente militares. El ecocidio y la catastrofe planetaria que la materialidad de esta era digital acelerada produce (servidores prendidos 24-7, extractivisimo de minas en condiciones de esclavitud, los sistemas de búsuqeda a la google devorando recursos energéticos, logísticas de circulación incesante de mercancías  tipo  Amazon) indiscutiblemente la destrucción del mundo y por tanto también esto  desenmascara la idea –otra vez por negatividad dialéctica– de Montero, quien afirmó en su presentación del libro, que “no hay escape”. Muy a su pesar, lo hay y existe, por contra-afirmación. En tanto que catástrofes producidas y administradas por el capital, así como los límites de la misma por la gestión sistémica en su fase neoliberal –bajo la marca de la innovación y sus huecos también se vislumbran sus propios límites.

 La imagen-Dios entonces tambalea ante su propio soberbio imperio. Por lo tanto: planes fugitivos (estudio de todo tipo), clandestinismos y ejercicios de sabotajes imaginarios y materiales, meditaciones ultras no-capitalistas, telepatías insubordinadas, especulaciones ancestrales, hackers procomún con la mirada puesta en desviar recursos monetarios o de otro tipo, traducciones imposibles y producción de poéticas plásticas, subversiones editoriales de pequeña y mediana escala, amor insurrecto como posibilidad de regenerar el espacio-tiempo de lo íntimo; iconoclasia desbordada a la sigilo, reposicionamiento de  los talleres colectivos donde lo artesanal se redefine artísticamente,  procuración de archivos materiales; militancias que auto-construyen coaliciones insospechadas,  nuevos lenguajes; por nombrar-imaginar algunas prácticas, serían estrategias que vislumbro cómo posibilidades de hacerle hoyos a la malla de plástico que busca ahogarnos en su falsa totalidad.

 Apuntar hacia la posibilidad en vida de reconectar con la empatía como horizonte posible, como única utilidad del arte- en contrasentido de la imagen-mercancía-persona-utilitarismo  que nos aplana, deprime, separa bajo el supuesto de que “las redes nos acercan”. El mito de que “conectar” es “comunicar” se resquebraja.  La comunicacióncómo petróleo de las industrias creativas en la era de la desinformación– está enferma conscientemente y su veneno ataca lo mismo que pretende promover (el entendimiento entre personas), ya que en el presente el “comunicar” sólo genera malentendidos, posibilita genocidios, destruye tejido social, nos empantana. El arte, o las prácticas artísticas, críticas o imaginativas, buscarían en contrasentido de la comunicación, alimentar canales, no de comunicación, sino de comprensión –que no de consenso– entre humanxs.

Regreso  a la historia de las masas y la lucha de clases materializada en sujetxs: de Jesús a Duchamp, de Muhammad a Sylvia Wynter –personas que han cristalizado revoluciones sociales, éticas, políticas, filosóficas y hasta militares– para destruir imperios de quien se autoproclamó Dios-Hombre-Imagen como Verdad inquebrantable.  En contrasentido, no hay certezas salvo la oportunidad de estudiar (reeducar, regenerar, socializar conocimiento y herramientas) individual y colectivamente la potencia de las fugas. Diagramar al sistema de dominación/hydra y sus infra-supra estructuras para agujerearlo, trazando sentidos alternos no del todo traducibles. Las tareas son muchas a  la vez son simples: no hay programa, no hay partido, no hay directriz. El arte (las prácticas artísticas) no serán enclaustradas en categorías: ni anacrónico ni contemporáneo; empujar hacia un quehacer (o un no hacer) impredecible y, ante todo, vital.

[1] "El sometido al Capital, acechado constantemente por la desvalorización (de su potencia de trabajo o de sus posesiones), debe emprender un combate por el reconocimiento social, es decir, por la valorización de sí mismo ante los ojos de los demás y ante la propia mirada. Para algunos, el fin de este combate parece ser positivo y estar coronado por el éxito, pero deja un gusto amargo porque se obtiene al precio de la automutilación, de relaciones tensas y degradando a los demás. Para la mayoría, este combate está marcado por esperanzas y ambiciones frustradas, así como por las sucesivas renuncias; es en realidad una fuente de humillaciones interminables. Acaba en la resignación, la búsqueda de sustitutos del éxito y en consuelos más o menos ilusorios. Para evacuar el sufrimiento, los individuos que no pueden ver lo que hacen ni lo que son porque se encuentran insertos en subjetividades disociadas deben recurrir a diferentes formas de evasión y sublimación." Jean Marie Vicente ( en __Marx, el obstinad_o)

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Texto publicado el 21 de febrero de 2025.