Centro SCOP. Patrimonio en riesgo
Joaquín Díez Canedo N.
La persistencia sísmica en la cuenca del Anáhuac nos enfrenta con un panorama espectral y poblado de ruinas. ¿Qué tantas de ellas son culpa de la pulsión trágica de esta ciudad por seguir creciendo sobre el antiguo lecho lacustre? ¿Qué tantas otras son producto, más bien, de la corrupción, la opacidad y la búsqueda del rédito inmediato? Antigua sede de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (hoy SICT), el Centro SCOP se alza sobre el Eje Central, Xola y Universidad como vestigio de una época pasada. Si luego del sismo del 19 de septiembre de 1985, el edificio perdió los tres niveles que lo coronaban, el del mismo día pero del 2017 lo dejó prácticamente inutilizable. Luego de un sexenio en ruinas, con parte de los edificios siendo demolidos y los murales recubiertos por lonas para evitar el penoso espectáculo de su remoción, aún no es claro lo que va a suceder con este importante conjunto urbano del priismo temprano.
A falta de un proyecto arquitectónico público, el futuro del Centro SCOP y de los murales que lo recubren son hoy por hoy un misterio. En vez de la transparencia y la pluralidad que deberían seguir a toda discusión sobre el patrimonio público, las autoridades federales escogen la opacidad, la privatización del discurso y el despliegue de informaciones cruzadas para enturbiar el destino de este sitio. Por lo pronto, sus murales se desmontan en el vacío, mientras que sus muros ruinosos se derrumban sin cesar.
Lo que sea que esté pasando del otro lado del tapial es un misterio: hasta ahora, las autoridades no han revelado la existencia de un proyecto arquitectónico que permita ver lo que se plantea para el sitio, ni la volumetría final que tendrán los murales una vez vueltos a colocar en el lugar que les corresponda. Detrás del argumento de que las superficies pictóricas serán conservadas por un equipo especializado ⎯la empresa CAV, de buena reputación entre el gremio de restauradorxs,⎯ ni la SICT, ni el INBAL, ni la Alcaldía Benito Juárez han dado información sobre el tipo de actividades que están contempladas para el lugar. Aunque se anuncia como un “parque muralístico” en la prensa, las múltiples referencias que hay en ella a algo similar al Parque La Mexicana, aunadas a la asociación del nombre de Víctor Márquez, uno de sus arquitectos, con el proyecto, son motivo de preocupación. Como he documentado, el proyecto de Santa Fe es un ejemplo prístino del tipo de estrategias financieras contemporáneas que permiten la gestión privada de las propiedades públicas. En pocas palabras, en ambos habrá Starbucks, la diferencia es que aquí, por ser una ruina del modernismo mexicano de mediados del siglo XX, también habrá murales a la historia patria y los trabajadores del Estado.
La opacidad con respecto al destino del Centro SCOP debe abrir muchas preguntas de cara a los riesgos que enfrenta el patrimonio artístico y arquitectónico nacional. Si el destino de una antigua infraestructura pública del Estado de Bienestar es el de sucumbir frente a la lógica rentista que acecha a sus alrededores actuales, ¿cómo habremos de abogar por la protección y la puesta en valor del resto de los edificios que nos son caros? Dicho de otra manera, frente a un Estado cada vez más debilitado por las fuerzas del capital inmobiliario, ¿con qué tipo de mecanismos cuenta la ciudadanía para participar de las decisiones en torno al patrimonio público? Por último, y frente a la opacidad de las autoridades, si perdemos la prueba material de lo que hemos ido siendo, ¿qué nos recordará de nuestro pasado en un futuro; con qué materiales haremos nuestros ejercicios de memoria colectiva?