Discrepancia woke
Por Edgardo Aragón
“Prohibido prohibir.”
“ Yo soy fresa,
ya van a ver cuando llegue Claudia.”
Andrés Manuel López Obrador
Se nos ha presentado a la cancelación como una sombra omnipresente que nos vigila, muchos temen a la sombra porque a cualquiera le puede destruir la vida. En este breve texto explicare cómo se comporta, el temor de la gente es real, sin embargo, la funa de la cultura woke es selectiva, eso lo convierte en un acto absurdo, pero sobre todo lleno de mucha cobardía.
La era de la discrepancia terminó, de hecho solo se mantuvo activa durante al menos una década, coincide curiosamente su final como lo señala el catálogo de la exposición de homónimo nombre en el Museo Universitario de Ciencias y Arte CU, con la pérdida de la mayoría por parte del PRI en la cámara de diputados en 1997, el flamante nuevo líder de la izquierda mexicana a la cabeza habría logrado llevar al PRD como presidente del partido a rasguñar el poder, Andrés Manuel López Obrador, había abandonado Tabasco para mantener su carrera política en el Distrito Federal. La discrepancia mexicana coincide con el nuevo orden mundial previo al 11 de septiembre, la caída del bloque Soviético y el triunfo de la OTAN, fueron años en que los capitales festejaron su triunfo, entraron a muchas economías e instalaron bases militares en las narices de Moscú, en esos años México entraba de lleno al mercado neoliberal y todo lo que sucedía en la nación eran momentos de apertura democrática pero sobre todo económica, una apertura poco conveniente que sería completamente cerrada cuando Felipe Calderon usurpó la presidencia con un fraude electoral sobre López Obrador y sacó al ejército a las calles en 2006.
Recientemente ha ocurrido una cancelación que se veía venir, el primer aviso fue el de un grupo de ciudadanos de clase media que irrumpieron en las puertas del Museo Tamayo para protestar por el uso de perros (canis lupus familiares) en una instalación de arte contemporáneo, la pieza Casts, de Nina Beier, más bien neutra, solo mantenía unos caninos acostados, eso a las nuevas conciencias lo vieron como un acto criminal de abuso animal y la Secretaria de Cultura ordenó su cancelación. Al Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) arribó un grupo de gente encapuchada a rayar los muros de la institución protestando contra una las piezas de Ana Gallardo, Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024), expuesta en una de las salas, (omitiré las descripciones y detalles puesto que es un tema previamente abordado en esta revista por un par de compañeros); la protesta física primero tuvo una aparición digital en las redes sociales, con tanta información inconexa de un lado a otro se convirtió en un caso de post verdad.
El MUAC tuvo la torpeza de retirar la pieza y no comunicar a tiempo, así como tampoco supo llevar un adecuado control de daños, eso incentivó el ataque y lo llenó de la furia tradicional característica de la cultura woke. El museo no se supo defender. El museo al ser una institución publica, de la Universidad Nacional (UNAM) solo puede permitir la protesta y ver el daño patrimonial, está obligado a hacerlo.
Si bien es cierto que muchas de las criticas veladas en el anonimato de las redes sociales tachan a la artista argentina con insultos infundados y sobre todo con xenofobia, hay que ser finos a la hora de precisar el comportamiento de la funa. En su libro Humillación en redes (2015, Ediciones B), Jon Ronson hace un símil entre lo que la chusma medieval hacia con las personas exhibidas antes o después de ser ejecutadas en una plaza publica, la ira contenida en esos grupos sociales muchas veces se amortiguaba con el circo público, ocultos en el anonimato que les daba la turba iracunda, eventos así siguen sucediendo en México, recordemos el evento traumático del linchamiento de estudiantes en 1968, en Canoa, Puebla, o si volvemos la pagina web de los diarios podríamos encontrar eventos de linchamientos casi cotidianos. Ronston hace también una crónica bastante amplia sobre los efectos que la funa en redes sociales provoca en las personas que por equivocación o por decir un comentario impropio para la moral woke muchas veces terminaron por quitarse la vida. La censura horizontal puede llegar a matar.
Ana Gallardo, como muchos otros artistas extranjeros, tienen una especie de manto protector en el país, hay un cierto privilegio implícito en el pasaporte que los lleva a lugares que muy seguramente a otros mexicanos no los llevaría, sin embargo, la artista no tiene una estructura social o de poder que la cobije, esta sola de alguna manera y es fácil aprovechar la situación. A menudo se cuestiona en lo privado la prevalencia de otros artistas, los intocables, que tienen un tipo de trabajo similar al de Gallardo y a los que nunca en su carrera una cancelación los ha tocado: Mexico es un país de semirealeza, solo que sin títulos nobiliarios, sin embargo, la pirámide está ahí y se comporta como tal, en las reglas no escritas de los mexicanos, opera un sistema de castas y racismo social (Federico Navarrete, Mexico racista, Ramdom House). Sin embargo lo que cobija o ha cobijado a estos artistas es su estructura: galerías, mercado, amigos artistas, curadores, instituciones, coleccionistas.
Habitualmente escribo lo que pienso en mi red social de Instagram, en una ocasión tuve el atrevimiento de criticar a Francis Alÿs, inmediatamente me llegaron mensajes diciéndome que si ahora me iba a meter con el artista, que me estaba autosaboteando o estaba tomando el camino equivocado, mi posición en ese momento era la de únicamente hablar del artista extranjero como un turista, aludiendo a la pieza del mismo nombre del artista, el turismo como lo conocemos hoy es una falange del libre mercado para vender exóticos paisajes como el nuestro, la aproximación de los turistas a lugares como México tiende a ser superficial, engañosa y comúnmente se tiene que adecuar el contexto para que no se incomode el visitante, ser la servidumbre, es una critica común que hago sobre los gobiernos que promueven las “costumbres” y la “magia” de los nativos; fue leve, pero no me quiero imaginar si hubiera escrito que Alÿs no hubiera sobrevivido un día en el centro histórico de la Ciudad de México si fuera chaparrito y moreno, o si hubiera argumentado que casi el 80 por ciento de su trabajo en el centro histórico son imitaciones de la obra del fotógrafo mexicano Nacho López. Años después, el pasaporte y el éxito de Alÿs lo llevaron por todo el mundo, hasta llegar a representar a Irak en la bienal de Venecia, un pabellón de la OTAN, si me lo preguntan.
El artista nació en Bélgica. Mi encuentro con la funa es largo, en 2017 cuando Gabriel Orozco, otro nómada de los 90, presentó un Oxxo en la galería Kurimanzutto, hubieron por supuesto criticas, una pieza demasiado torpe se gano todos los comentarios negativos a pulso, cuando alguien en Facebook criticaba la obra, posteaba algún amigo suyo defendiéndolo con una humillación implícita, desde mi perspectiva el Oxxo de Orozco es un monumento al neoliberalismo, decir esto me costó mi carrera. Hoy Orozco, un hijo del libre mercado, es cercano a Morena, partido de López Obrador, el nuevo PRI, y fue muy cercano al gobierno de ultraderecha de Vicente Fox.
La cancelación conoce sus límites, pero opera como si no los tuvieran, la hipocresía de la cultura woke es manifiesta, tienden a ser convenencieros y sacar provecho de la situación asumiendo roles de minorías que la mayoría de las veces no les competen, usurpan nombres y se apropian culturas que dicen defender, viven aun una crisis de identidad diaria, también viven en centros urbanos y no rurales donde se localiza la mayor desigualdad, tienden a actuar en un grupo, en tribus, porque individualmente se perciben débiles, las víctimas que defienden casi no se enteran de la abogacía woke. La cancelación no llega hasta arriba de la pirámide, recordemos otro fatídico intento de escarnio publico que fue el metoo mexicano, aunque no niego las acciones negativas de algunas personas, la realidad es que solo se quedó en los primeros escalones de la pirámide y cobró la vida de una persona.
En 2011, ocurrió un evento en Veracruz, un hacker de anonymous fue levantado por el grupo criminal de los Z ante las amenazas del colectivo de revelar información de los criminales, de memoria sé que fueron dos y que finalmente fueron liberados, también de memoria recuerdo que quien atacó primero fue anonymous, quedó claro quien tenía el control real de la situación. Jamas un grupo de hackers se ha atrevido a atacar de nuevo a un grupo criminal, menos uno emanado de las fuerzas especiales del ejercito mexicano con tecnología israelí de espionaje. No hay que olvidar que Mexico, como lo define Rossana Reguillo, es una Necromaquina (editorial NED 2021). Se ha normalizado el asesinato joven masculino, pero sobre todo se ha notado que morir no es suficiente, hace falta la violencia expresiva, el teatro tétrico del crimen requiere mostrar sus capacidades creativas para provocar terror.
La censura horizontal (Javier Contreras, Ed Taurus) es demagógica, hace unas semanas el Pepsi Center censuró la presentación de un show de comedia porque sus valores no se adecuaban a los de los comediantes, uno de ellos estuvo en la Casa de los Famosos, lo echaron porque decía lo que pensaba: en una ocasión cuestionó la enfermedad mental de una de las participantes, en otra hizo mención de la obesidad de otro participante, al salir la participante confesó que fingía depresión para ganar la competencia: una empresa de comida chatarra aludiendo a la moral publica de la cultura woke solo por vender mas boletos o productos. También recientemente, se busca de manera reiterada cancelar el corrido, se argumenta que genera violencia al tratar temas bélicos y de drogas relacionados al narco en sus letras, lo cual de acuerdo con los gobiernos alienta la violencia en México; los mexicanos en música vivimos la época dorada, como autor de corridos, me siento aludido cada que alguna canción o grupo es funado en alguna ciudad en México, es mas fácil para los gobiernos, casi todos de Morena, censurar la música que atacar el problema de la seguridad publica, se busca destruir al mensajero, la cancelación woke es de forma, jamas de fondo: también el corrido y la cultura woke se muestran absolutamente contrarios, el corrido promueve en sus narrativas al héroe como arquetipo, los woke a la víctima. Los corridos a menudo hablan de criminales, pero no siempre, en su estilo clásico y moderno, hablan de lealtad, valentía, trabajo, esfuerzo, superación, respeto por los abuelos padres y hermanos, aprender de los mayores, la responsabilidad plena con los hijxs, hablan de la riqueza como algo efímero que les destruye la vida, los corridos de malandros muestran mejores valores que la cultura de la cancelación. En Oaxaca, el gobierno de Salomon Jara, pretendió prohibir la presentación de Natanael Cano, por decir esto en uno de sus conciertos: “mucho respeto a las mujeres guapas, menos a las gordas”. Al final el concierto sí sucedió porque el empresario detrás del evento era amigo del gobierno.
Mexico es un país que padece un problema grave de salud: obesidad infantil y obesidad en adultos, en gran medida por la proliferación de productos chatarras vendidos por parte de PepsiCo y FEMSA, Coca cola y Cervezas: este año la DW, la televisión publica alemana, hizo un reportaje sobre como los productos azucarados matan mas personas que el narco en México. Hay otro en el portal Sinembargo que relata cómo FEMSA vende diabetes en sus Oxxos y al mismo tiempo los tratamientos en sus farmacias. A los woke o no les gusta obtener información o sólo merodean en asuntos que pueden controlar, recordemos que FEMSA tiene una bienal de arte y una colección. Los efectos en la salud emanados de estos productos afectan a las clases más pobres y sobre todo a comunidades indigenas, en Chamula, Chiapas, la Coca Cola es una deidad, pero no hay agua, muchos manantiales del país están concesionados casi de por vida a la refresquera, los manantiales están en el México rural. Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en México, con la diabetes a la cabeza.
Hay mucha información sobre los efectos de la azúcar en las personas, que lo equiparan a una adicción de dopamina. En El enemigo conoce el sistema de Marta Pereirao (Debate 2019), hace una relatoría probada de los efectos psicoactivos de las redes sociales en nuestro cerebro, una descarga de dopamina similar a cualquier sustancia o droga cada que se toca la pantalla. El origen de toda pelea woke inicia en las redes sociales, donde los usuarios están literalmente embriagados, de acuerdo a la especialistas. No estoy seguro que las acciones que toman los woke estén basadas en algún pico de dopamina, pero las acciones de muchos de los woke tienen como eje el abandono de la razón, lo que ocurre comúnmente con cualquier adición.
La cultura woke es de origen estadounidense, su principal función es la censura, la filosofa Susan Neiman en su libro, La izquierda NO es woke (Debate), sitúa su origen en el espacio hueco entre la victoria electoral de Donald Trump y el mandato de Barak Obama, aunque ella argumenta como positiva su presidencia, para muchos Obama es en realidad la mayor de las decepciones, el termino woke, literalmente quiere decir estar despierto, se usó por primera vez en una canción de blues de Leadbelly titulada Scottboro boys, de 1938, sobre un grupo de afroamericanos que fueron ejecutados por un crimen que no cometieron, y se mantuvo de alguna manera vivo a través de las universidades y la interpretación constante de la obra de Michel Foucault y Carl Shmitt, filósofo nazi, la mayoría de los woke no saben esos orígenes, porque repiten el panfleto pero no han leído a los autores. Para Neiman, la cultura woke no es una aliada de la izquierda, de hecho, argumenta que su tribalismo tiene una semejanza mas cercana al adoctrinamiento de los grupos de ultraderecha, un fenómeno parecido al del futbol, donde los ánimos son los que privan y las porras literalmente terminan por Matar al otro, (Mathew Lange, FCE). Para Lange el etnicismo o tribalismo es un invento de la modernidad, muy útil para poder controlar y colonizar territorios. Parafraseando a la filosofa Neiman el eje central de las luchas woke tiene que ver con abandonar la razón y admitir la furia como único aliciente para ganar una batalla política. Ser de izquierda, en sus palabras, es estar definido en un aspecto fundamental que es el del respeto al disentimiento, a que la libertad de expresión suceda, que es justo el punto de arranque de toda censura horizontal en nuestros días, donde no se puede pasar la barrera de los pronombres y de los sentimientos. Por lo tanto, es complicado obtener una victoria política cuando lo que se busca es callar y controlar al otro a través de la culpa o el miedo social: visto así, ser woke es ser autoritario.
En 2004, en el Museo de Nacional de Antigüedades de Estocolmo el embajador israeli Zbi Mazel destruyó una instalación, situada en el patio del museo, que constaba de una fuente llena de agua roja diseñada para parecer sangre. Un barco de vela llamado "Blancanieves" flota en el agua y sobre él hay una foto de una sonriente Hanadi Jaradat, la joven abogada que en octubre hizo estallar la bomba que llevaba encima en un restaurante de Haifa matando a 21 israelíes, al desconectar los cables el embajador inició un corto circuito que destruyó todo. La obra es del artista israelí Dror Feiler. Cito el caso porque en el manejo de la culpa, la víctima y el tribalismo el ejemplo perfecto es el estado de Israel, han capitalizado obscenamente el poder obtenido; desde el final de la segunda guerra mundial el juego perverso de la víctima le ha dado poder al arquetipo, es casi imposible hacer una critica a cualquier persona o grupo que haya sufrido algún tipo de atentado o sufrido violencia, es como si adquirieran una pureza celestial incapaz de cometer errores; que los woke estallen contra Israel por sus atroces crímenes lo hace paradigmático. El gobierno sueco consideró a la acción del embajador un ataque a la libertad de expresión.
En 2018, en un arrollador triunfo electoral, López Obrador obtuvo la presidencia, dando origen al nuevo sistema del partido único en el gobierno de Morena, era habitual que su gobierno estuviera señalado por el mundo occidental como una izquierda no woke, tachado muchas veces de conservador. López Obrador supo mantener la línea de la política pública sin contaminarse realmente por un chispazo de redes sociales, su oficio político lo supo llevar al manejo de crisis derivadas de eventos de la cultura woke, el expresidente supo manejar el poder, no al revés: caso contrario el de su sucesora, Claudia Sheinbaum, que abiertamente ha promovido cambios en la constitución para terminar con la paridad de genero, la igualdad sustantiva que promueve semeja mucho a las leyes en España y Argentina en sus respectivas épocas woke, donde se criminaliza a priori el actuar de los hombres y terminan con la presunción de inocencia; en el mundo post 11 de septiembre occidente tuvo un re acomodo, se empezó a tolerar a los acumuladores de poder como Putin en Rusia, se permitió que la OTAN de la mano de Estados Unidos destruyera varios países de medio oriente: el concepto de poder regresó a su base cínica de control, al tribalismo tradicional imperialista que busca crear el enemigo en el otro: la desglobalización; las guerras de Israel son un ejemplo claro, así como la contradicción de los grupos woke celebrando el ataque de Hamas contra civiles israelíes, no portan un radar afinado de indignación.
La cultura woke, con su orgullo artificial ha sido conferida de poder, por las corporaciones, por los estados, por los ciudadanos, por los gobiernos, por las universidades, por el neoliberalismo, por el miedo, se convirtieron en lo que su mentor filosófico Foucault llamó el homo ecomomicus: ser woke es ser de derecha; quisiera agregar otro elemento pop a la discusión: Stan Lee, con sus super héroes y sus cómics logró acuñar una frase mas útil para la sociedad que cualquier rabieta woke en redes sociales: con un gran poder, viene una gran responsabilidad. Los woke están eclipsados por la sombra de tanto poder que no saben qué hacer con ella mientras buscan un acomodo en la escala económica imperante, todos se definen por sus acciones, hasta el momento sus acciones no han marcado un cambio social, mas bien hemos visto un cambio en cómo se compra y cómo se pagan productos y servicios: la capitalización de la víctima está dejando más dinero que cualquier otro arquetipo.
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