No otorgo: Réplica a James Oles
Por Mari Carmen Barrios Giordano
El 23 de febrero pasado publiqué una crítica sobre la exposición Mexichrome. Fotografía y color en México, curada por el estadounidense James Oles, en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Durante una de las presentaciones del catálogo de la muestra, Oles me acusó de xenofobia y declaró ser “más mexicano que muchos”. No es la primera vez que Oles ha respondido a mi crítica con argumentos ad hominem hacia mí y hacia la publicación Revista Cubo Blanco. En esta ocasión, por tratarse de declaraciones públicas, considero importante responder a la acusación.
El texto que escribí es una crítica en dos dimensiones: de la curaduría de Oles y de las contradicciones en la política cultural del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), y por extensión, de la Secretaría de Cultura, ante el discurso morenista. En sus quejas hacia mi labor, Oles no ha sabido —o no ha querido— ver la distinción entre estas. Las aclaro a continuación.
Por ser un órgano público, el INBAL y sus actividades son dignas de evaluación por la ciudadanía a la que dice servir. Yo pertenezco a esa ciudadanía, y gustosa escribo sobre las faltas de una institución cuyo cometido considero de la mayor relevancia para la prosperidad de este país: estimular, preservar y difundir el arte de México. Critico, pues tengo fe en que los mecanismos de retroalimentación pueden usarse hacia el perfeccionamiento del Estado y los servicios públicos que brinda. La crítica, como últimamente se han visto en la necesidad de declarar y subrayar varios medios de información, es una expresión de la pluralidad que buscamos fomentar y proteger en las sociedades libres. Es indicio del espíritu democrático de una nación.
El INBAL ha sido por mucho tiempo el órgano principal desde el que se articula la política cultural del gobierno en turno, y por décadas, los artistas y críticos han arremetido en contra de la interpretación de “nacional” y “bellas artes” que esas políticas requieren. Luego no es sorpresivo ni singular que un esfuerzo como Mexichrome, promovido en el seno del INBAL y cuyo propósito principal era representar una imagen de “lo nacional”, haya sido sujeto de escrutinio con relación al discurso nacionalista —nativista y populachero— que nos sofoca desde la presidencia.
La segunda dimensión del texto fue, efectivamente, una evaluación de la labor curatorial de Oles. Utilizando múltiples categorías —desde la geografía, los autores, la historia y las condiciones sociales actuales— observé que la selección de obra de Mexichrome careció de una justificación sólida sobre lo que define a una nación (México) y lo que es una imagen nacional (“lo mexicano”), resultando en una muestra amorfa. La acusación de xenofobia tergiversa los resultados de esta tarea.
Al acusarme de ser discriminatoria, Oles está descalificando mi evaluación de la falta de aparato crítico en Mexichrome: ésta, necesariamente, tendría que haber operado sobre alguna definición de su principal eje temático y no lo hizo. El resultado fue una exposición que sobrevaloró la producción de algunos fotógrafos estadounidenses a costa de fotógrafos mexicanos y también extranjeros con trayectoria en este país. Niego que cualquier sentimiento discriminatorio haya motivado esta observación— pero sí la considero un hecho desde el que se puede criticar lo arbitrario de la muestra.
Cuando se repudia la crítica honesta por medio de descalificaciones, es muestra de que no se es capaz de responder a la sustancia de la misma. Al insultarme con la acusación de un presunto prejuicio esencialista, Oles está confundiendo deliberadamente lo siguiente: mi crítica hacia las incongruencias del discurso nacionalista vigente y las verdaderas prácticas de administración pública (de las que Mexichrome es tan sólo un ejemplo); y la diferencia entre su propio desempeño curatorial y las responsabilidades administrativas de los servidores públicos que lo encargan. Para alguien cuya carrera en este país se compone en gran parte de servicios profesionales ofrecidos al INBAL, no reconocer la diferencia entre estas dimensiones es indigno.
Me siento en la necesidad de articular esta respuesta pues la actitud pública y repetida de Oles revela el profundo desprecio en el que se tiene la crítica de arte en los círculos artísticos más exclusivos —y enrarecidos— de este país. Ese desdén, que reconoce sólo en la adulación la respuesta adecuada a los acontecimientos nacionales, es una enfermedad generalizada modelada desde la elevada tribuna de un Palacio ahuecado. A quien me lea, le llamo: no permitamos la deslegitimación por medio de insultos en el ámbito artístico. Señalémoslos. Disentir no es crimen; promovamos la pluralidad y el trato cortés propio del desacuerdo razonable. Quien calla, otorga— y yo no lo haré.
Las opiniones vertidas por los colaboradores o invitados de Revista Cubo Blanco son responsabilidad exclusiva de quienes las emiten y publican, por lo que no representan, necesariamente, la postura de Revista Cubo Blanco respecto de cualquier tema.